Desde la venganza a la inspiración científica, la ‘bibliopegia antropodérmica’ fue la práctica de encuadernar con piel humana.
El tomo es grande. Con al menos 50 centímetros de largo y 30 de ancho, se trata de un libro encuadernado hace varios siglos, en memoria de un antiguo taxidermista que dedicó su vida a la investigación científica: Jonas Wright. En la última página, una inscripción apenas visible recuerda al médico con las siguientes palabras: “El rey Btesa me entregó el libro, el cual era una de las posesiones más importantes de Jonas, junto con una buena porción de su piel, para forrarlo. Descanse en paz”. A esta costumbre se le conoce como bibliopegia antropodérmica: encuadernar libros con piel humana.
In memoriam, a favor de la investigación científica
Conocida como bibliopegia antropodérmica, la práctica de encuadernar libros de texto e investigación con carne humana se diseminó en todo Europa durante la Edad Media. El homenaje que se le hizo a Jonas Wright, por tanto, no fue el único. Si bien es cierto que esta técnica comenzó en el medioevo, alcanzó su punto álgido durante el siglo XVII y se extendió hasta el XIX.
Muchos de los tratados que encapsulaban estos tomos estaban relacionados con la ciencia. Por ello, historiadores de la Universidad de Harvard dudan que esta práctica de venganza, de acuerdo con la BBC. Por el contrario, inscripciones como el homenaje a Jonas Wright sugieren que ésta era una manera de presentar respeto al trabajo y la obra de algunas de las mejores mentes científicas de diversas épocas, especialmente en Francia e Inglaterra.
Las técnicas más antiguas de encuadernación se implementaron usando piel de borrego, de res y de otros animales de ganado. Sin embargo, para esta técnica se utilizaron los cadáveres de asesinos, científicos y rebeldes al pensamiento de la época por igual. Ésta es la razón.
A flor de piel
Libros de anatomía, de taxidermia y de otras ciencias relativas a la medicina fueron encuadernados con base en la técnica de bibliopegia antropodérmica. Generalmente, se utilizaba la piel de la persona una vez que había fallecido. Una vez que era extraída del cadáver, se empleaba para cubrir las solapas de los libros.
En los casos más macabros, se desollaron vivos a algunos criminales y rebeldes, que propusieron teorías que iban en contra de las creencias religiosas de la época. Por esta razón, la archivista británica Allie Dillon no mira con buenos ojos esta práctica ampliamente extendida en Europa durante siglos:
“Es muy macabro cubrir un libro con la piel de un ser humano y es difícil entender por qué lo hicieron”, expresa la experta para la BBC. “Me parece muy vengativo”.
Hay historiadores que no son tan severos al respecto. De acuerdo con la investigación de Harvard, lo más probable es que quienes encuadernaban con piel humana lo hicieran “con fines sentimentales”, según escribe la periodista Karla Covarrubias para Algarabía. Visto de otra manera, era una manera de preservar la obra de los científicos, literalmente, a flor de piel.
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