Hoy resulta más sencillo reaccionar a una publicación en redes sociales que mirar a otra persona a los ojos. Así opera el efecto camaleón.
En las comidas familiares, los silencios incómodos ahora se cubren con lecturas ausentes de las notificaciones en la pantalla del celular. Sin embargo, este reflejo no es exclusivo de los compromisos personales. En el metro, en los espacios académicos e incluso en las reuniones informales se presenta, como una deformación de época: cuando alguien voltea a ver la pantalla, quienes están alrededor también lo hacen. Así funciona el efecto camaleón.
Una deformación de época
Un tic se define como un movimiento involuntario y repetitivo, que generalmente denota un nivel de ansiedad elevado en quien lo presenta. Generalmente son espasmos o ruidos repentinos, que la persona no puede controlar, ya que no es consciente de éste.
Podría ser que el efecto camaleón de voltear a ver el celular se decante de esta misma angustia colectiva, que genera la imposibilidad de mirar a las personas a la cara. Sin esta correspondencia en un lazo empático, se vuelve incómodo no saber en dónde descansar la mirada. Así, las personas optan por fijar la vista en sí mismos, por medio del teléfono celular.
De acuerdo con New Scientist, este efecto se activa en tan sólo 30 segundos. Podría ser, sin embargo, que el objetivo original de comunicar a las personas que tenían este tipo de dispositivos esté generando el fenómeno contrario. Así lo asegura Elisabetta Palagi de la Universidad de Pisa en Italia:
“Tenemos la necesidad de seguir las normas que nos imponen las personas que nos rodean, para [hacer coincidir] nuestras acciones con las de ellos de esta manera automática”, señala la experta. “Pero los teléfonos inteligentes pueden aumentar el aislamiento social a través de la interferencia y la interrupción de las actividades en curso de la vida real”.
Esta reacción automática que aísla a las personas —como archipiélagos humanos, ensimismados en su propio reflejo digital— está deformando la interacción real entre las personas. Con creciente celeridad, resulta más sencillo reaccionar a una publicación en redes sociales que mirar a otra persona a los ojos.
¿Un condicionamiento consumista?
No es la primera vez que Palagi se acerca a esta problemática social. El constante estímulo que ofrece el torrente de información al que los teléfonos inteligentes dan acceso acostumbra al cerebro a ese ritmo de consumo. Aunado a la presión social, la reacción de mirar inmediatamente al teléfono parece una salida fácil.
La experta había detectado movimientos faciales, pisadas y otras manifestaciones ansiosas en seres humanos. Cuando entendió que también se presentaba mirando al celular, tomó una muestra de 88 mujeres y 96 hombres en más de 800 contextos diferentes.
El estudio se llevó a cabo en parques, restaurantes y lugares públicos. Junto con su equipo de trabajo, Palagi observó a los individuos reaccionar a cuando alguien clavaba la mirada en la pantalla de su dispositivo personal. Para su sorpresa, cerca del 50 % de ellos imitaban el comportamiento en menos de medio minuto.
Este comportamiento no reconoce distinciones de sexo ni edad. Responden a estímulos desencadenantes, como los llamó la experta en su reciente artículo para Journal of Ethology. “La mayoría de las personas se infectan con el comportamiento de los teléfonos móviles de otras personas, sin siquiera darse cuenta”, enfatiza la experta. Hoy, quien devuelve la mirada es el reflejo en la pantalla del celular.
MUY INTERESANTE.