Por: Cortesía

El país de África donde los recién nacidos con discapacidad son asesinados

Cerca de un 45 % de las mujeres que tienen bebés con discapacidades son presionadas a cometer infanticidios en África Occidental.

Un abismo de silencio se extiende en África Occidental con respecto al nacimiento de niños con discapacidades o diversos trastornos. La epilepsia, la motricidad afectada y las afecciones mentales congénitas no tienen una explicación médica en esta región del continente. Por el contrario, se consideran producto de posesiones demoniacas, y son castigados con la muerte. Así operan los infanticidios por discapacidad en esta parte del mundo.

Un castigo divino en carne humana

Kenia, Guinea y otros países africanos de Occidente han echado raíces profundas con respecto a las tradiciones animistas. Desde tiempos inmemoriales, se considera que el mundo de los espíritus y el plano terreno conviven, como dos caras de la misma manera. Así también, se comunican e influyen entre sí, ya que están conectados.

El desarrollo científico de los pueblos originarios en esta región del continente está orientado bajo este filtro ideológico y espiritual. Por esta razón, la medicina tradicional incluye las creencias espiritistas a su quehacer profesional, como una parte fundamental de la sociedad en las periferias.

Como consecuencia de este mismo marco de referencia, un filtro discriminatorio termina con la vida de miles de niños que nacen con discapacidades congénitas. En lugar de ser consideradas como condiciones tratables, se entienden como castigos divinos, que se encarnan en la vida de los niños pequeños.

Un manual de infanticidio en la tradición oral

Lydia Njoki es una mujer de mediana edad que tuvo un bebé con epilepsia. Su madre, al conocer la condición de su propio nieto, le recomendó la mejor manera de matarlo, para evitarle sufrimiento a él mismo y a la familia. Éste fue su testimonio para BBC con respecto a estas prácticas aprendidas:

“Me dijo que le insertara agujas en las venas, eso lo mataría lentamente, y nadie se daría cuenta”, recuerda la mujer.”La gente me decía que estaba maldita, por eso había tenido un hijo con una discapacidad. […] Me odiaba a mí misma y le preguntaba a Dios: ‘¿Por qué yo?'”.

El caso de Njoki no es aislado. Por el contrario, las mujeres que se rehúsan a asesinar a su descendencia en favor de la comunidad son exiliadas a la fuerza. Muchas de ellas prefieren ahorrarse la pena, y cargar con la cicatriz anímica de, con sus propias manos, terminar con la vida de sus hijos.

Un estudio reciente llevado a cabo en Kenia por Disability Rights International  revela que cerca del 45 % de las madres en esta condición han sido presionadas por factores externos para realizar infanticidios forzados. No sólo eso: el homicidio se considera “un acto de amor” hacia el niño y a la comunidad.

Los niños que no pierden la vida son abandonados en orfanatos estatales. En Nairobi, es común que semana tras semana, estas instituciones reciban cerca de 11 nuevos ingresados. Los que no corren esa suerte, padecen de un mal sistémico que orilla a sus familias a cometer infanticidios no deseados.

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