Esta es la historia de cómo los payasos se convirtieron en figuras asociadas al miedo. Todo nació con los circos decadentes del siglo XIX…
Se supone que su función es divertirnos, pero para muchos son figuras aterradoras. Su sonrisa permanente y exagerada, así como su disfraz y maquillaje coloridos tienen una parte oscura, alimentada por películas de terror o historias reales que nos han hecho ver en los payasos un sinónimo de mal. Esta es la historia de cómo los payasos se convirtieron en figuras asociadas al miedo.
La figura del payaso es más vieja de lo que podemos pensar. El payaso tradicional de la cultura occidental desciende del personaje Vice de las obras de misterio medievales, un bufón y astuto bromista capaz de engañar incluso al diablo.
Sin embargo, los primeros antepasados del payaso pertenecen a la antigua Grecia: bufones calvos que actuaban como figuras secundarias y parodiaban las acciones de personajes más serios. Sus burlas se acompañaban de actos desconcertantes como arrojar nueces a los espectadores.
Pero fue en el siglo XIX donde la figura del payaso sirvió de prototipo para el personaje siniestro y aterrador que hoy muchos tanto temen. Revisemos lo que pasaba en los circos de aquella época.
Los payasos decadentes de los circos estadounidenses
Antes del siglo XX, los payasos de los circos estadounidenses se consideraban una forma de entretenimiento para adultos. Los payasos tenían un humor muy peculiar: utilizaban juegos de palabras y un humor burlesco exagerado que fascinaba a los espectadores. También interactuaban con el maestro de ceremonias, quien a menudo era el blanco de sus burlas.
Dan Rice, famoso payaso del siglo XIX, era conocido por incluir en sus actuaciones chismes locales y comentarios, y por hacerse pasar por figuras populares de cada ciudad que visitaba. Esto no desentonaba con el ambiente de los circos donde los payasos tenían permitido hacer bromas crueles y comentarios con doble sentido. Al mismo tiempo eran misóginos.
Por otro lado, muchos payasos se travestían y aparecían vestidos de manera grotesca, lo cual les valió una sórdida reputación ante el público que no gustaba del ambiente circense. La historiadora del circo Janet Davis señala que en algunas representaciones, los payasos homosexuales tuvieron encuentros eróticos con hombres del público que creían pagar a una mujer para intimar con ella.
Como podemos ver, los payasos de estos ambientes no eran para una audiencia infantil, sino todo lo contrario.
Tuvieron que llegar las décadas de 1880 y 1890 para que los payasos pasaran de ser actores oscuros y de dudosa reputación a ser personajes de shows familiares.
Diversos empresarios apostaron por hacer del circo un espectáculo mucho más grande y agradable. Crecieron el tamaño de las pistas de una a tres y limpiaron la imagen de los payasos.
“Los payasos desempeñaron un papel en esta transformación. Con actos ahora silenciosos centrados en la comedia física, sus actuaciones eran fáciles de entender para los niños. Los payasos seguían siendo unos embaucadores, pero sus payasadas se consideraban divertidas”, reporta un texto especial publicado en The Conversation.
Los payasos en los siglos XX y XXI: familiares, pero también aterradores
Los años pasaron y los payasos se convirtieron en un elemento básico del entretenimiento infantil en el siglo XX. Pero así como se ganaron una imagen familiar, divertida y como parte de la cultura pop gracias a personajes como Ronald McDonald, nunca dejaron de atemorizar a cientos o miles de personas.
Tuvieron que llegar las décadas de 1880 y 1890 para que los payasos pasaran de ser actores oscuros y de dudosa reputación a ser personajes de shows familiares.
Diversos empresarios apostaron por hacer del circo un espectáculo mucho más grande y agradable. Crecieron el tamaño de las pistas de una a tres y limpiaron la imagen de los payasos.
“Los payasos desempeñaron un papel en esta transformación. Con actos ahora silenciosos centrados en la comedia física, sus actuaciones eran fáciles de entender para los niños. Los payasos seguían siendo unos embaucadores, pero sus payasadas se consideraban divertidas”, reporta un texto especial publicado en The Conversation.
Los payasos en los siglos XX y XXI: familiares, pero también aterradores
Los años pasaron y los payasos se convirtieron en un elemento básico del entretenimiento infantil en el siglo XX. Pero así como se ganaron una imagen familiar, divertida y como parte de la cultura pop gracias a personajes como Ronald McDonald, nunca dejaron de atemorizar a cientos o miles de personas.
El cine de horror de la década de 1980 volvió a sacar a la luz esa imagen siniestra de estos personajes en cintas como Poltergeist (1982), Blood Harvest (1987), Killer Klowns From Outer Space (1988) o Clownhouse (1989). La tendencia siguió los siguientes años con producciones como It (1990),Gacy (2003), House of 1000 Corpses (2003), Amusement (2008), Clown (2014), Terrifier (2016) o Wrinkles the Clown (2019).
Por su parte, Stephen King hizo de Pennywise el payaso maligno y sobrenatural por excelencia en su mítica novelaIt (1986), donde una fuerza maligna proveniente de fuera de este mundo se cierne sobre un grupo de niños que unen fuerzas para combatir a esta entidad cósmica.
La miniserie resultante de esta novela se convirtió en ícono del cine de horror que dejó traumasy malos recuerdos en muchas generaciones de espectadores.
El miedo a los payasos
Este sentimiento de rechazo a los payasos tiene un nombre: coulrofobia, que no es otra cosa que miedo a los payasos. Esta perturbación la expone el psiquiatra y psicoterapeuta André Christophe en su libro Psicología del miedo como epigénesis: la interacción de los genes y el entorno.
La causa del miedo, según Christophe, es la experiencia vivida por las personas con estos personajes a través de diversas fuentes como películas, programas de TV o vivencias reales. Es decir, se trata de un miedo adquirido o vinculado a un trauma.
En 2008, la Universidad de Sheffield hizo un estudio a más de 250 niños entre 4 y 16 años para saber si estos seres con maquillaje, ropa colorida y enormes zapatos eran de su agrado. Éste arrojó que a la mayoría les parecían escalofriantes.
Según las observaciones, el maquillaje y los rasgos faciales desproporcionados generan desconfianza en los menores, pues rompen con la imagen normal de una persona y ocultan su identidad detrás de una máscara.
Por otro lado, la sonrisa permanente que lucen los payasos produce una disonancia cognitiva. Sabemos que sonreír es positivo, pero hacerlo siempre es imposible. Un payaso lo hace y eso es interpretado por el cerebro como una anomalía.
MUY INTERESANTE.