A propósito del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que recibió la escritora y poeta colombiana Piedad Bonnett, presentamos algunos de sus poemas.
La escritora colombiana Piedad Bonnett se mostró “muy agradecida” tras ser galardonada el pasado lunes con el XXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso en el ámbito de la poesía en español y portugués, por su obra como poeta, que define como una “poesía accesible”.
“Uno siempre tiene digamos esa ilusión, pero es remoto porque, pues es difícil ganarse un premio así, estoy muy, muy feliz y muy agradecida con el jurado de todas maneras porque hay muchos nombres posibles en lengua española, tenemos poetas extraordinarios, entonces nada, estoy muy, muy contenta”, dijo Bonnett en declaraciones tras conocer la noticia.
Según la gerente de Patrimonio Nacional de España, María Dolores Menéndez, Bonnett es “una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana, con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida”.
A continuación presentamos algunos de sus poemas:
Último instante
En qué pupila
quedaste tu grabado para siempre
aún vivo
pero volando triste hacia la muerte
en el último instante, el cielo a tus espaldas.
Quien te lleva dentro de sí
como una pesadilla hacia la noche
o una anécdota, un puro escalofrío
que aspira a remansarse en la palabra.
Quién vio lo que no vi,
lo que tan solo
a mí me pertenece:
tú como un ave interna que se entrega,
oscura y sin plumaje,
derrotada.
Las cicatrices
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
Pido al dolor que persevere
Pido al dolor que persevere.
Que no se rinda al tiempo, que se incruste
como una larva eterna en mi costado
para que de su mano cada día
con tus ojos intactos resucites,
con tu luz y tu pena resucites
dentro de mí.
Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,
el aire de mi llama, de la lumbre
donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte.
MSN.