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¿Qué son los sueños premonitorios?

¿Qué son los sueños premonitorios? Varias culturas de la Antigüedad sostienen que los sueños eran mensajes de los dioses e incluso practicaban la “incubación” de los mismos con el fin de propiciar revelaciones divinas. Por Guadalupe Alemán Lascurain 

La Biblia relata, por ejemplo, que el profeta hebreo Samuel “dormía en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios, para recibir la palabra del Señor”. En Grecia, los consultantes que acudían al santuario de Delfos se purificaban practicando el ayuno y la abstinencia sexual antes de acostarse a dormir en el templo de Apolo, sobre la piel de un animal sacrificado.

Varios siglos más tarde en el año 1900, para ser exactos "Sigmund Freud" publicó que los sueños son una vía privilegiada de acceso al inconsciente.

El famoso doctor austriaco descubrió que los sueños son la forma simbólica (más o menos encubierta) de realizar un deseo reprimido y que, por tanto, su interpretación puede franquear las barreras de la conciencia que nos preservan de los traumas y deseos alojados en nuestro inconsciente. 

Consultando con la almohada

Hoy en día, a falta de oráculo de Delfos o psicoanalista de cabecera, millones de personas recurren a Internet para descifrar sus enigmas oníricos. Allí abundan “respuestas” (es un decir) como las siguientes:

“SOÑAR QUE BEBES AGUA FRESCA ES ANUNCIO DE QUE PRONTO SE CUMPLIRÁN TUS METAS”. “CUANDO LOS DIENTES SE CAEN EN TU SUEÑO ES PORQUE UNA PERSONA CERCANA A TI MORIRÁ”. “SI SUEÑAS QUE VUELAS, PRONTO LLEGARÁ EL AMOR A TU VIDA”. ETCÉTERA.

Los diccionarios de sueños son divertidos, pero al menos desde el punto de vista del psicoanálisis, haríamos mal en tomarlos en serio. Se supone que los sueños no tienen un significado fijo para todos, pues provienen de las asociaciones muy personales que cada soñante forma en su inconsciente. 

Por otro lado, aunque los hallazgos de Freud, padre del psicoanálisis, parecen destronar a José “el soñador” (el bíblico, no el de Broadway), persiste hasta nuestros días la ilusión de que los sueños pueden abrir una ventana al futuro. Esta ilusión suele verse alentada por casos célebres: 

Durante el asedio a la ciudad fenicia de Tiro, en el año 332 a.C., Alejandro Magno soñó que Hércules le tendía la mano desde los muros de la ciudad sitiada y que un sátiro parecía invitarlo a jugar con él. Los videntes de Alejandro analizaron el sueño y descubrieron que la clave estaba en la palabra “sátiro”, pues al separarla forma “Sa Tiro”, que significa:

“Tiro es tuya”. Gracias a esta interpretación, Alejandro Magno se atrevió a avanzar sobre Tiro y logró conquistarla, cambiando así la historia.

Poco antes de la batalla de Waterloo, Napoleón Bonaparte soñó con un gato negro –tradicional augurio de la mala suerte–. Y como todos sabemos, el emperador francés sufrió una catastrófica derrota ahí. Abraham Lincoln soñó que veía un cadáver amortajado y custodiado por varios soldados. “¿Quién murió?”, preguntó él en plena pesadilla. “El presidente”, respondió un soldado. Días más tarde, Lincoln falleció asesinado de un disparo mientras presenciaba una obra de teatro.

La noche del 27 de junio de 1914, monseñor Joseph de Lany, obispo de los Balcanes, soñó que recibía una carta con sellos imperiales describiendo el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria. Un día después, para desgracia de toda la humanidad, se produjo el asesinato vaticinado, mismo que desató la Primera Guerra Mundial.

Qué será, será…

Existen muchos otros casos parecidos, algunos estrictamente documentados. Además, el inconsciente sigue siendo un misterio, incluso para la neurociencia actual. Por otra parte, Einstein dijo que el tiempo y el espacio son relativos, así que tal vez no es tan descabellado creer que… no, no, esperen. Basta.  

Aunque soñar no cuesta nada, dejemos que la razón nos abra los ojos. Cualquier intento por “predecir” el futuro empieza por registrar y procesar información que percibimos a través de los sentidos.

Los clarividentes revelan “misterios del porvenir” como si los hubieran leído en las cartas o en la bola de cristal, cuando sólo deducen ciertos datos observando a sus clientes con atención.

De forma análoga, una posible explicación para los sueños premonitorios está en la cantidad de información que registra el cerebro a nivel preconsciente o inconsciente. Si mi amigo Pedro estornuda frente a mí, puedo ignorar el dato y hasta olvidarlo.

No obstante, el estornudo es captado por alguno de mis procesos cognitivos. Esa noche sueño que Pedro está enfermo y, al día siguiente, en efecto, Pedro faltó al trabajo por una gripe tremenda. ¿Soy adivina? No: las señales de la enfermedad de Pedro estaban ahí antes de que ésta se manifestara abiertamente y mi conciencia logró captarlas.

Otra respuesta razonable para los sueños proféticos tiene que ver con los mecanismos de la memoria. Un adulto tiene entre cuatro y siete sueños por noche. Al despertar, en cinco minutos olvida la mitad de ellos. Minutos más tarde, olvida el 90%. Pero “olvidar” no significa “borrar para siempre”.

Un evento significativo de la vigilia puede detonar el recuerdo de un sueño que permanecía latente, de forma que nos haga concluir: “Claro, yo ya había soñado que ‘X’ iba a suceder”. 

¿Saben qué es lo más extraño? Que el sueño premonitorio pudo no haber existido. Pudo ser fabricado a posteriori porque… pues porque a la mente le gusta engañarnos. De acuerdo con el psicólogo Daniel Schacter, de la Universidad de Harvard, uno de los “siete pecados de la memoria” es la disonancia cognitiva, que puede explicarse así: cuando existe una incompatibilidad entre varios sistemas cognitivos (por ejemplo, entre lo que sabemos y lo que creemos), la mente fusiona ambos sistemas para hacerlos “encajar”.

En suma, nos sugestiona hasta convencernos de que algo sucedió tal y como queremos recordarlo. Si a este “pecado” sumamos el del sesgo retrospectivo, que cometemos cuando nuestros sentimientos y convicciones distorsionan eventos del pasado… bueno, pues la trampa está tendida para convencernos de que ‘X’ evento de la vida real fue anticipado en nuestros sueños.

El misterio de los sueños premonitorios también está relacionado con el concepto de “profecía autocumplida”. El sociólogo Robert K. Merton lo refiere así: es la definición falsa de la situación que genera un nuevo comportamiento, capaz de hacer que la falsa concepción original de la situación se vuelva “verdadera”.

El famoso sueño de Alejandro Magno es un buen ejemplo. Alejandro deseaba conquistar Tiro. Su deseo se manifestó cumplido en el sueño, pero de forma simbólica y en un lenguaje críptico (como bien señaló Freud). Cuando los videntes lo convencieron de que su sueño era un presagio –y no un mero deseo– el conquistador adquirió el valor necesario para apoderarse de la ciudad fenicia y eso ayudó a que la supuesta profecía resultara verdadera. Total, parece que la frase “si lo sueñas, es posible” es más que un cliché… 

¡No tomes ese avión!

Todos conocemos relatos de dormilones afortunados que salvaron la vida porque un sueño les advirtió que no debían abordar un tren, avión o barco destinado a la catástrofe. Lo que no conocemos son los relatos paralelos: cientos de miles de historias de personas que también soñaron con aviones en llamas, colisiones de trenes o naufragios; que ignoraron esos aparentes vaticinios funestos y que, pese a todo, llegaron sanos y salvos a su destino. La estadística arroja datos tan simples como decepcionantes, pues se resumen en una sola palabra: coincidencia.

Un viaje suele generar ansiedad y la ansiedad suele provocar pesadillas con un final trágico. Cuando el viaje en la vida real se completa sin accidentes ni incidentes graves, el viajero olvida su pesadilla o la descarta como lo que fue: una desagradable experiencia onírica; pero si por una triste casualidad, ese mismo viaje termina mal, la pesadilla se pintará (a posteriori) de un siniestro tinte premonitorio. Entonces se dará a conocer al mundo entero, como prueba irrefutable de que algunos sueños son presagios.

Por lo tanto…

Sin dejar de reconocer que muchos misterios de la psique humana permanecen ocultos para la ciencia, es preciso admitir que los sueños premonitorios pueden explicarse sin recurrir a fenómenos paranormales. Los que no obedecen a meras casualidades tienen que ver con las trampas que nos tiende nada menos que nuestro propio cerebro… esa compleja fábrica de mitos, ficciones, anhelos y terrores. 

Muy Interesante. 

 

 

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