Foto: Cortesía

Un tesoro de la Pirámide de Keops en una caja de puros en Aberdeen, Escocia

Una universidad escocesa halla un fragmento de madera del interior de la Gran Pirámide de Keops que llevaba décadas en paradero desconocido

un enigma más de los que envuelven al antiguo Egipto. Hasta que hace unos meses la egipcia Abeer Eladany, curtida por su paso por el Museo de Antigüedades egipcias de Tahrir, halló unos fragmentos de madera de cedro guardados en una caja de puros mientras realizaba el inventario de la colección asiática de la universidad británica de Aberdeen. Y entonces las piezas volvieron a encajar. El vestigio procedía del interior de la Gran Pirámide de Giza.

"Tan pronto como consulté los números en nuestros registros de Egipto, supe qué era y también entendí que había permanecido oculto a simple vista en la colección equivocada", relata Eladany, auxiliar del departamento de conservación de la universidad de Aberdeen. "Soy arqueóloga y he trabajado en excavaciones en Egipto pero jamás imaginé que sería aquí en el noreste de Escocia donde encontraría algo tan relevante para el patrimonio de mi país", confiesa la experta.

Los fragmentos de madera se alojaron una vez en la cámara de la reina de la pirámide de Keops, que con sus 149,98 metros de altura actuales despunta por la necrópolis real de Giza y es la única de las siete maravillas del mundo antiguo en pie. Fue descubierto en diciembre de 1872 por el ingeniero Waynman Dixon junto a una bola y un gancho.

"Poseen un interés notable, no solo por su antigüedad sino como evidencia de la exactitud de las muchas teorías formuladas por Sir Isaac Newton y otros acerca de los pesos y medidas usados por los constructores de las pirámides. La posición en la que quedaron demuestra que debieron de haberlos dejado allí mientras se realizaban las obras, en una etapa temprana de su construcción", declaró en el momento de su hallazgo el diario británico The Graphic.

Los tres objetos viajaron a Reino Unido por obra de James Grant, un amigo de Dixon que a mediados de la década de 1860 acudió a la llamada de su camarada y -en calidad de estudiante de Medicina- se trasladó a Egipto para prestar su ayuda durante un brote de cólera. Juntos exploraron la Gran Pirámide y firmaron el descubrimiento. Tras su óbito en 1895, las colecciones que había formado fueron legadas a la universidad. La piedra de cedro de cinco pulgadas -unos 12,7 centímetros- fue una donación posterior de su hija, fechada en 1946. El fragmento nunca llegó a ser clasificado y se perdió su rastro.

Los otros dos objetos se exhiben actualmente en el Museo Británico de Londres. El tercero sin embargo, permanecía oficialmente perdido. Correspondería a una pieza mayor de madera que aún se encuentra en el interior de la pirámide y que fue identificada en 1993 durante una exploración llevada a cabo por una cámara robótica.

Su extravío empezó a esclarecerse a finales del pasado año cuando Eladany, inmersa en un inventario de la colección asiática del museo de la universidad, localizó una caja de puros con la antigua bandera de Egipto dibujada en su exterior. Le bastó cruzar unas referencias para comprender que había resuelto décadas de misterio. El fragmento inicial había acabado convertido en tres piezas.

"Puede que sea solo un pequeño fragmento de madera, que se encuentra ahora en varias piezas, pero resulta enormemente significativo pues es uno de los tres únicos elementos que se han recuperado del interior de la Gran Pirámide", subraya la conservadora. "Las colecciones de la universidad son muy amplias, con cientos de miles de artículos, por lo que lo sucedido es como encontrar una aguja en un pajar. No podía creerlo cuando me di cuenta de lo que había dentro de esa cajita de puros de aspecto inocuo", añade.

Durante años su intento de hallarla ha alimentado la curiosidad de quienes deseaban someter al fragmento perdido a una datación por radiocarbono. El análisis definitivo de la pieza sitúa su fecha en un período comprendido entre el 3341 y 3094 a.C., medio milenio antes de la época en la que se sitúa la construcción de la Gran Pirámide y el reinado del faraón Keops (2.580-2.560 a.C.). "Encontrar la reliquia pérdida de Dixon fue una sorpresa pero ha sido aún más revelador la datación porque es incluso más antigua de lo que imaginábamos", admite Neil Curtis, director de museos y colecciones especiales de la universidad de Aberdeen.

"Quizás se deba a que está relacionada con la edad de la madera, procedente del centro de un árbol longevo. Otra opción podría ser la rareza de los árboles en el antiguo Egipto. La madera era escasa, fue almacenada, reciclada o cuidada durante años", esboza. "Les toca ahora a los expertos debatir su uso y si fue depositado deliberadamente, como sucedió más tarde durante el Imperio Nuevo, cuando los faraones intentaron enfatizar la continuidad con el pasado enterrando antigüedades con ellos".

El fortuito hallazgo arroja nueva luz sobre la Gran Pirámide y una construcción que sigue fascinando. Sus vestigios están hoy repartidos por medio mundo. En enero de 2019 las autoridades egipcias exigieron la devolución de un fragmento del perdido revestimiento de la pirámide que iba a exhibirse en el Museo Nacional de Escocia. Un bloque de 298 kilogramos que también rescató Dixon entre los escombros que provocó la construcción de carreteras emprendida por el Gobierno egipcio en 1869.

En la construcción del que fuera lugar de descanso del faraón se emplearon 5,5 millones de toneladas de piedra caliza, 8.000 toneladas de granito transportadas desde Asuán -a 1.000 kilómetros de El Cairo- y 500.000 toneladas de mortero. Cifras de un símbolo de majestuosidad e ingenio hasta el que -en los buenos tiempos, a salvo de epidemias- peregrinaban millones de turistas cada año.

EL CULTURAL.

 

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