La mañana de este 5 de diciembre se encendieron todas las alertas en el mundo del espectáculo: falleció Eduardo Manzano, uno de los comediantes más queridos y respetados de México.
Tenía 87 años, y fue su hijo, Lalo Manzano, quien confirmó la noticia a través de redes con un mensaje corto pero que se sintió directo al corazón. “Con profundo dolor despedimos a mi papito hermoso…”, compartió, agradeciendo las muestras de cariño que empezaron a llegar de inmediato.
Aunque aún no se han dado a conocer las causas del fallecimiento, las redes ya están llenas de mensajes de admiradores, colegas y seguidores que crecieron con su humor y su estilo tan particular. No solo lloran al actor, sino al ser humano que, según su hijo, era “extraordinario, bondadoso e inteligente”, alguien que no solo hacía reír, sino que dejaba huella en cada persona que se cruzaba en su camino.
El legado de un comediante irrepetible
Lalo recordó que detrás de cada carcajada que provocaba su padre, había “un trabajador incansable”, alguien que realmente amaba su oficio y respetaba profundamente al público. Y vaya que su trayectoria habla por él: más de 60 años de carrera, cientos de personajes y un lugar asegurado en la memoria colectiva del país.
Eduardo Manzano fue parte del histórico dúo Los Polivoces, una de las propuestas humorísticas más influyentes de la televisión mexicana. También brilló en producciones como ¡Ahí Madre! y Hijazo de mi vidaza. Pero para las generaciones más jóvenes, su papel más icónico es, sin duda, Don Arnoldo López en Una Familia de Diez, personaje que se volvió parte del folclor televisivo actual.
Reacciones y despedidas que conmueven
Varios medios y programas de espectáculos reaccionaron rápidamente. Entre ellos, Televisa y Hoy, que publicaron mensajes destacando que se va “un maestro que marcó toda una época de la comedia en México” y enviando condolencias a familiares y amigos.
Hoy, el país despide a un artista que entregó su vida entera al escenario y al público. Eduardo Manzano deja risas, historias, personajes inolvidables y un vacío que solo se llena recordando cuánto nos hizo sonreír.












