Por: Cortesía

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Así celebraban los narcos de Sinaloa la llegada de cargamentos a EU

En las décadas de los 60 y 70, los narcotraficantes de Sinaloa tenían una tradición peculiar para celebrar la llegada de un cargamento de droga a Estados Unidos. La población entera se sumaba a la festividad, marcada por disparos al aire, vítores de júbilo y la inconfundible música de banda que resonaba en la región.

En Badiraguato, bastión de la siembra de marihuana y adormidera en aquellos años, la algarabía era palpable en ciertas noches cuando la noticia de la llegada de un cargamento se esparcía como reguero de pólvora. Los narcotraficantes, conscientes de la importancia de ganarse el apoyo de la población, no escatimaban en detalles para compartir su celebración, invitando a los habitantes de la región a unirse a la fiesta.

Diego Enrique Osorno, periodista que ha explorado el fenómeno del narcotráfico en México, relata cómo el ruido de las balas, la música de banda y los gritos de alegría eran el inconfundible preludio de una narcofiesta que podía durar hasta una semana. Este extravagante ritual no solo simbolizaba la euforia por el éxito del contrabando, sino también buscaba ganarse la simpatía de la comunidad local.

La figura del narcotraficante filántropo no era una rareza en esta época. Personajes como Ismael 'El Mayo' Zambada, buscaban mantener la tranquilidad y el respaldo de sus vecinos. Osorno destaca un incidente en el que 'El Mayo' intervino frente a múltiples secuestros en Quila, Sinaloa, demostrando su compromiso con la seguridad y bienestar de la comunidad.

Para prolongar sus carreras delictivas, los narcotraficantes entendían la importancia de mostrarse filántropos, al menos con su entorno cercano. Aquellos que no lo hacían correrían el riesgo de ser percibidos como simples matones, en lugar de ser reconocidos como "El Señor" en la jerarquía del narcotráfico.

En esa época, la persecución hacia los traficantes era limitada, ya que los cárteles, tal como los conocemos hoy, apenas emergían como clicas, según los relatos de Anabel Hernández. El negocio de la siembra de droga florecía generosamente en Badiraguato, con unos pocos individuos que sentaban las bases de lo que posteriormente serían los capos del narcotráfico.

 

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