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'Transpiramos miedo cuando trasladamos cadáveres con COVID-19', narra personal de la Fiscalía capitalina

Por 3 mil 800 pesos quincenales, sin pago de bono por riesgo de trabajo, 13 miembros del equipo de “traslado de cadáveres” de la Fiscalía de la Ciudad de México se enfrentan diario, cara a cara, con el COVID-19.

Su trabajo consiste en recoger los cuerpos, incluidos los de fallecidos por el virus SARS-CoV-2, y llevarlos al Instituto de Ciencias Forenses de la Ciudad de México, lo que representa un alto riesgo de contagio.

“Es un temor tan grande manipular cadáveres con COVID-19 que no se lo imagina, las manos nos sudan y nos tiemblan, es algo indescriptible, transpiramos miedo y se nota en la mirada, en la actitud…”, dijo uno de ellos.

“Pero lo hacemos porque somos mexicanos, y por mi país y mi gente doy la vida”, completa el elemento, quien acusa que la Fiscalía, encabezada por Ernestina Godoy, no les paga ni siquiera algún bono o compensación por riesgo de trabajo.

El hombre dice que teme convertirse en un número más de la pandemia, incluso a riesgo de perder su empleo, y hacer pública una añeja problemática de bajos salarios y malas condiciones laborales.

“Manipulamos cadáveres con COVID, incluso varios al día, imagínese, llego a casa con mis hijos y mi esposa…”, dijo el hombre, quien rompió en llanto y agregó “tengo miedo de contagiarme, contagiarlos y alguien muera”.

Lo que pide es que su caso llegue a oídos del Presidente López Obrador, y se reconozca su labor.

“Le hacen caravanas y aplausos para los médicos, flores para las enfermeras, reconocimiento a bomberos y policías, ¿y de nosotros quién se acuerda? Nosotros también estamos en esa primera línea, arriesgando nuestra vida”, agregó.

En entrevista telefónica, el hombre describió paso a paso cómo es un día laboral, en tiempos de COVID-19, para su equipo.

Reconoció –como lo dijo la Fiscalía a este diario–, que sí se les da equipo de bioseguridad (overol, mascarillas, gafas y cubrebocas) y que trabajan por turnos de 24 horas de trabajo por 48 de descanso.

Al final de la jornada llegan a las instalaciones de su coordinación, en Coyoacán, se quitan el equipo y se van a casa. “No tenemos ni donde echarnos un baño, tenemos casilleros que están en el patio, ahí nos cambiamos”, lamenta.