Los aliados militares de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central no están dispuestos a acompañar a Rusia en la invasión a Ucrania. Los presidentes de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán se reunieron en el Kremlin junto a Vladimir Putin sin llegar a ningún tipo de acuerdo para el envío de tropas en apoyo de los fatigados soldados rusos que ya llevan tres meses combatiendo. Una señal de que estos países no comparten la visión de que la expansión de la rival alianza occidental de la OTAN hacia el este puede constituir un peligro para su seguridad o temen ser el objetivo de una próxima invasión.
La declaración emitida tras la reunión de los seis miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) no mencionó a Ucrania ni lo que Rusia llama su “operación especial”. El grupo, que tiene a Moscú como centro de gravedad geopolítico, es la respuesta del mundo postsoviético a la OTAN y fue recibido por el líder ruso en Moscú, para conmemorar el 30º aniversario de su fundación. Pero sólo Putin, y su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, hablaron de la guerra en Ucrania. El resto calló.
Las agencias de noticias rusas informaron que Putin repitió las afirmaciones infundadas de que Ucrania estaba desarrollando armas biológicas y volvió a justificar la guerra que está librando describiendo el “neonazismo rampante” de su vecino. Lukashenko habló del “intento de desmembrar” a Ucrania y condenó el hecho de que el país haya caído “bajo la influencia de Occidente”. Sin embargo, el sitio de noticias independiente en lengua rusa Meduza informó de que “otros participantes en la reunión no dijeron públicamente nada sobre Ucrania”.
Putin había anticipado, según la agencia Tass, que la “operación militar especial” en Ucrania se discutiría a puerta cerrada en la reunión, pero el secretario general de la OTSC, Stanislav Zas, aclaró que “la cuestión de cualquier participación o implicación de la organización en esta operación militar especial no se planteó ni se discutió”. Ante sus pares, Putin pareció tener una posición algo más flexible sobre la ampliación de la OTAN, diciendo en la cumbre que Rusia “no tiene ningún problema” con los planes de Finlandia y Suecia de unirse a la alianza, como se anunció la semana pasada, aunque repitió que “responderemos en consecuencia”.
“No fue una reunión feliz y no salió bien”, tuiteó el experto en Rusia y economista sueco Anders Åslund. Dijo que los comentarios expresados por los líderes de los otros países de la OTSC, Tayikistán y Kirguistán, “fueron un mundo aparte de Lukashenko y Putin”. “Se negaron a enviar soldados al frente como quería Rusia”, agregó.
Esta semana se cumplen 30 años de la creación del embrión original de la alianza bajo el nombre de Tratado de Seguridad Colectiva, y 20 años de su transformación en la OTSC como se la conoce hoy. En mayo de 1992, tras el colapso de la Unión Soviética, varios miembros de la entonces llamada Comunidad de Estados Independientes (CEI), todos ellos antiguos miembros del bloque soviético, firmaron un acuerdo de defensa mutua en Tashkent, en base al modelo del Pacto de Varsovia de la época de la Guerra Fría, aunque más pequeño y menos influyente.
Hasta enero de este año, la OTSC era una organización prácticamente desconocida a nivel global a la que los analistas internacionales apenas prestaban atención. Fue cuando intervino con 2.500 soldados para apoyar al nuevo presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokáev, tras una serie de disturbios ocasionados por la suba de los combustibles. “Un envío, diligente y rápido de un contingente militar a Kazajistán para apoyar a su gobierno y a la integridad territorial del país frente a los terroristas, muchos de ellos extranjeros, que estuvieron a punto de empujar al país a un período incierto de caos”, fue el comunicado de la organización en ese momento. En realidad, había sido algo más cercano a un golpe palaciego contra el autócrata Nursultán Nazarbáyev quien fue el antiguo jefe del Partido Comunista de esa república convertido en un transformador neo-liberal de la economía.
La OTSC es una alianza militar muy débil si se la compara con su rival, la OTAN. Desde 2001 cuenta con unas fuerzas colectivas de reacción rápida de 5.000 efectivos y desde 2009 con otros 5.000 soldados de una fuerza de reacción operativa, pero no tienen un lugar de despliegue fijo y son sólo contingentes nominales. En total, los ejércitos de la OTSC suman 1,2 millones de soldados, el 80% de los cuales son rusos. En 2020, el presupuesto de la organización era de poco menos de 7 millones de dólares. En comparación, la OTAN cuenta con 3,5 millones de soldados, el 40% de los cuales son estadounidenses, y en 2020 los Estados miembros invirtieron en su defensa más de un billón de dólares.
La OTSC tampoco tiene el poder político brutal que tuvo en su momento el Pacto de Varsovia creado en mayo de 1955 por iniciativa del Kremlin. Un año mas tarde las tropas combinadas invadieron Hungría para reprimir las protestas anticomunistas y matar a 3.000 personas. En 1968, enviaron 124.000 soldados a Checoslovaquia para aplastar el levantamiento denominado como la “Primavera de Praga”. Terminó con el período reformista de los jefes comunistas locales Imre Nagy y Alexander Dubcek y dejó cientos de muertos.
Aleksey Arestovich, un asesor muy cercano del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, fue entrevistado en la llamada “Teletón de Información” de la cadena nacional ucraniana de televisión y este fue su análisis: “Todos los estados de la OTSC, se sabe, se niegan categóricamente, tanto formal como informalmente, a participar en la `aventura´, y así lo han demostrado verbal y no verbalmente. No se quieren meter de ninguna manera y ya no le temen a la represalia de Putin. Y en todo caso, saben que es mejor quedarse con un negocio menos con Moscú que rifar sus futuros junto a Putin”.
También dijo que para él lo más destacado de la reunión de la OTSC había sido el discurso ambiguo de Lukashenko, el dictador bielorruso. “Es difícil para Alexander Grigoryevich; tiene dos tareas: evitar que Bielorrusia sea arrastrada a la guerra con sus tropas y mantener esa `aparente lealtad´ a Moscú. Sabe que para el ejército bielorruso entrar aquí (en territorio ucraniano) es un completo suicidio, ya que se agotará en tres días y no quedará nadie”, dijo Arestovich.
Todo indica que Putin tendrá que seguir con su invasión en soledad. Hasta ahora no hay indicios de haber recibido ayuda militar significativa desde el exterior. Incluso China pareciera mantener una prescindencia absoluta o es, si lo hace, extremadamente silenciosa. Todo puede cambiar si la guerra se prolonga en el tiempo como aparenta. En ese caso, Putin necesitará de aliados que le provean de armas y soldados o tendrá que afrontar una derrota estruendosa.