Ciudad de México.- La Reina Isabel II fue la monarca británica que ha reinado por más tiempo en la historia ya que su reinado duró más de 70 años, volviéndola testigo de hechos históricos que pasaron alrededor del mundo y convirtiéndose en una leyenda en la historia de la corona inglesa. Hablando de coronas, la reina Isabel II usó una muy especial, misma que portará el próximo monarca, Carlos III.
La colección de joyas y alhajas de la reina Isabel II es impresionante, pero hay una que destaca por encima de las demás: la corona de San Eduardo. Este tocado es el principal en la ceremonia de coronación de los reyes de Inglaterra y es utilizado por el Arzobispo de Canterbury, líder de la iglesia anglicana, para entronizar a los monarcas.
La corona de San Eduardo, que inspira su diseño en el rey homónimo, fue utilizada por última vez en la coronación de la reina Isabel II en 1953. San Eduardo gobernó Inglaterra entre 1042 y 1066 y es conocido por su devoción y humildad, lo que le valió el título de "confesor", reservado para los hombres piadosos que no eran mártires ni estaban consagrados a la vida religiosa.
La famosa perla mexicana que se usó en la corona de San Eduardo
La primera corona de San Eduardo se realizó en el siglo XIII, sin embargo fue destruída en el siglo XVII, por lo que fue rediseñada por el rey Carlos II.
La corona actual de San Eduardo presenta un diseño circular con ocho florones adornados con joyas en forma de cruz y flor de lis. La parte superior cuenta con una cúpula rematada con una cruz patada y la parte inferior está decorada con una hilera de perlas, dicha corona tiene un peso aproximado de 2 kilos.
Una de las perlas más destacadas en la hilera es conocida como la Gran Perla de México, que fue extraída del Mar de Cortés en Baja California Sur en 1883. Fue descubierta por los buzos Juan Vacaseque Calderón y Antonio Cervera cerca de la isla del Espíritu Santo y debe su nombre al tamaño, similar al de un limón. La Gran Perla de México es considerada una de las joyas más valiosas de la corona.
Después de que la empresa de Antonio Ruffo Santa Cruz encontrara la perla, ésta pasó a ser su propiedad. Posteriormente, Ruffo se la regaló al rey Eduardo VII para que la usara en su corona.
La perla llamó la atención de la reina Isabel II años después, y en 1983 viajó a Baja California a bordo del Britannia. Durante su segundo viaje a México, visitó Espíritu Santo y Cerralvo para conocer el lugar donde se encontró la perla que ahora es parte de su corona.