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¿Diciembre va más rápido? La ciencia explica por qué sentimos que el tiempo vuela

Durante la temporada decembrina, es muy común escuchar que “los días pasan más rápido”. Entre reuniones familiares, compromisos laborales, compras, viajes y celebraciones, la agenda suele llenarse más de lo habitual.

Esta acumulación de actividades genera la sensación de que el tiempo vuela, aunque en realidad los días siguen teniendo las mismas 24 horas.

La ciencia explica que no se trata de un cambio físico en el tiempo, sino de la forma en que el cerebro lo percibe. A diferencia de un reloj, el cerebro humano mide el paso del tiempo de manera subjetiva, basándose en la cantidad de estímulos, la atención y las emociones que experimentamos. Cuando estamos muy ocupados, prestamos menos atención al paso de las horas y, al final del día, sentimos que todo ocurrió demasiado rápido.

El cerebro, la rutina y la sobrecarga de estímulos

Desde la psicología y la neurociencia, se sabe que el cerebro procesa el tiempo según la intensidad y novedad de las experiencias. En diciembre, la rutina se rompe: hay eventos sociales, convivencias, posadas y actividades fuera de lo normal. Esta ruptura hace que el cerebro se concentre en la acción inmediata y deje en segundo plano la percepción consciente del tiempo.

Curiosamente, mientras vivimos el momento, el tiempo parece pasar rápido, pero al recordarlo, el periodo se siente corto porque la memoria “comprime” la experiencia. A esto se suma la sobrecarga de estímulos, que reduce la atención que le damos al paso de los días. El resultado es esa sensación tan conocida de que diciembre se nos fue en un abrir y cerrar de ojos.

Emociones, edad y presión social al final del año

Otro factor clave son las emociones intensas. La alegría, la nostalgia, el estrés y la expectativa propias de las fiestas decembrinas influyen directamente en los llamados relojes internos del cerebro, ubicados en áreas como el cerebelo y los ganglios basales. Cuando las emociones son fuertes, el tiempo suele percibirse como más corto.

La edad también influye. Conforme envejecemos, cada año representa una fracción menor de nuestra vida, lo que refuerza la idea de que el tiempo pasa más rápido. Además, el contexto social y cultural de diciembre, con cierres laborales, metas por cumplir y el fin de un ciclo, genera una sensación constante de urgencia.

En resumen, los días no pasan más rápido en diciembre, pero el cerebro los procesa de forma distinta. Entender este fenómeno puede ayudar a vivir la temporada con más conciencia, disfrutar los momentos y reducir la sensación de que el tiempo se nos escapa.

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