En plena ola de calor, existe un método natural y eficaz para mantener el agua fría sin usar hielo ni refrigerador: almacenarla en ollas de barro.
Este truco tradicional, aún común en comunidades rurales de México, aprovecha las propiedades naturales de la arcilla para conservar el líquido más fresco y con un sabor agradable.
¿Por qué el agua en barro se mantiene más fría?
La sensación de frescura proviene de un proceso físico llamado enfriamiento por evaporación.
Las ollas de barro, al estar hechas de arcilla sin esmaltar, son porosas, permitiendo que pequeñas cantidades de agua se filtren hacia el exterior del recipiente.
Cuando esa humedad entra en contacto con el aire caliente, se evapora. Para lograrlo, el agua necesita absorber energía térmica, que toma del interior de la olla, reduciendo la temperatura del líquido restante.
El resultado es agua naturalmente fría, ideal para climas cálidos y secos, donde el proceso de evaporación ocurre con mayor rapidez.
No es casualidad que en países como México, India, Egipto y Medio Oriente, las ollas de barro sigan siendo indispensables para mantener bebidas frescas.
Propiedades térmicas del barro
Además del efecto evaporativo, el barro tiene baja conductividad térmica, lo que significa que impide que el calor del ambiente penetre con facilidad.
Esta característica ayuda a mantener la temperatura baja en el interior, prolongando la sensación de frescura.
A diferencia del plástico o el metal, el barro no altera el sabor del agua. De hecho, muchos consumidores aseguran que el líquido “sabe más puro y natural”, lo que refuerza su popularidad en zonas rurales.
¿Cambia el sabor del agua en las ollas de barro?
Sí, pero de forma positiva. El barro puede liberar trazas de minerales naturales como calcio, hierro o magnesio, lo que mejora sutilmente el sabor del agua sin representar ningún riesgo para la salud.
A diferencia de los recipientes industriales, las ollas de barro no liberan microplásticos ni químicos, lo que las convierte en una opción ecológica, saludable y segura.
Beneficio ecológico y cultural
El uso de ollas de barro no solo aporta beneficios físicos y sensoriales, sino también ambientales y culturales.
Estos recipientes son biodegradables, reutilizables y producidos localmente, promoviendo la sustentabilidad y reduciendo el uso de materiales contaminantes.
Además, representan una herencia ancestral mexicana, transmitida por pueblos indígenas y comunidades rurales que han sabido adaptarse al clima extremo con ingenio y respeto por la naturaleza.
Hoy, en medio de la crisis climática global, estas soluciones tradicionales resurgen como alternativas eficaces y ecológicas para enfrentar el calor.
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