Descubre el origen de este peculiar nombre de este pasaje de la historia de México.
Este 16 de Abril se conmemora un aniversario más de uno de los capítulos más bizarros de la historita nacional, la Guerra de los Pasteles fue el nombre que llevó la primera de las dos intervenciones francesas que sufrió México a mediados del siglo XIX.
Fue un día como hoy, pero de 1838 cuando buques galos arribaron al Puerto de Veracruz para bloquear e incautar el comercio mercante del naciente país hispano en la zona del Golfo, todo este hecho se desencadenó aparentemente debido a que 6 años atrás oficiales mexicanos habrían arruinado y comido el comercio de un pastelero francés que radicaba en la capital, esta y otras razones económicas crearon una ruptura en las relaciones diplomáticas entre ambos países.
En un principio Francia solo buscaba en teoría cobrar lo que un par de oficiales le hicieron perder a su cocinero de postres, pero como bien se sabe las verdaderas razones de los galos era el de obtener mayores ventajas comerciales, aprovechando la ubicación del país azteca.
Se destaca que la zona de San Juan de Ulúa fue la que presenció las acciones hostiles que tomaron ambas armadas de estos protagonistas de esta historia, finalmente gracias a la intervención de la marina británica como mediadora, Francia pudo parar con sus agresiones al gobierno de México, que en ese entonces estaba prescindido por el General Antonio López de Santa Anna.
Finalmente, un 9 de Marzo de 1839 se acordó la paz entre la Republica de los Estados Unidos Mexicanos y la recién instaurada Monarquía Francesa, el acuerdo que estableció el fin de este mini conflicto armado, indicaba que México debía indemnizar al pastelero y demás exigencias de los europeos, pero se esclarecía que el gobierno de Santa Anna no garantizaría la seguridad de sus ciudadanos extranjeros, en cambio los franceses tuvieron que devolver o todo lo incautado a los mexicanos, además de retirar su indemnización de gastos de guerra y las fuerzas invasoras del territorio de su rival, fue así como un repostero desencadenó un guerra, debido al enojo de perder sus “valiosos” pasteles.