El tenis, conocido popularmente como el “deporte blanco”, es una de las disciplinas con una historia fascinante que lo asocia con la aristocracia europea. Descubramos cómo surgió este sobrenombre y por qué se mantiene en la actualidad.
Un deporte para la aristocracia europea
El tenis comenzó en el siglo XIII y fue especialmente popular en Francia. En sus primeros años, este juego de raqueta era exclusivo para la realeza y la nobleza europea, quienes fueron los primeros en adoptar la práctica y establecerla como un símbolo de estatus.
En sus orígenes, los jugadores solían vestir de blanco, un color que representaba pureza, prestigio y riqueza. La indumentaria blanca se convirtió en el símbolo distintivo de este “juego aristócrata”, y así fue como el tenis ganó su sobrenombre de “deporte blanco”.
De la exclusividad a la democratización del tenis
Con el paso del tiempo, el tenis se democratizó y dejó de ser una práctica exclusiva de las clases altas, permitiendo que personas de diferentes clases sociales pudieran disfrutar de este deporte. Hoy en día, los torneos permiten a los jugadores usar vestimentas de cualquier color, excepto en el caso de Wimbledon, donde aún persiste la regla de vestir 95% de blanco.
Wimbledon y la tradición del blanco
En el torneo de Wimbledon, el más antiguo y prestigioso del tenis, se mantiene la tradición de vestir de blanco. Esta regla rinde homenaje a la historia y legado del tenis, preservando su imagen y el respeto hacia sus raíces aristocráticas. Wimbledon es el único gran torneo donde se exige un código de vestimenta blanco, evocando los valores de elegancia y distinción que hicieron famoso al deporte blanco.
El tenis ha evolucionado de un juego exclusivo para la aristocracia a un deporte accesible para todos, pero su sobrenombre de “deporte blanco” se mantiene como símbolo de su herencia noble. Gracias a torneos como Wimbledon, la tradición continúa viva, recordándonos el vínculo del tenis con la elegancia y la historia.