Hace unos cuantos años, en su primer viaje a California, Melina Banchero viajó -ella sola y su mochila- a ese país dentro de otro país que es California, en Estados Unidos. Antes de partir de Buenos Aires había reservado un hotel en la ciudad de San Francisco y al llegar, tras muchas horas de vuelo y ansiedad, la recepcionista la recibió con una sonrisa, un guiñó de ojo y una frase: “We are 420 friendly”.
Melina, en aquel entonces estudiante de Psicología de la UBA, pudo traducir el significado de la frase pero no su significante. Era un código que no tenía cómo descifrar. Traducido, la chica del hotel le había dicho que allí eran “amistosos con el 420″. Pero la turista argentina no entendió; primero creyó que le daban una habitación especial, la suite cuatrocientos veinte, pero luego, al recibir la llave con el para nada especial 119, se dio cuenta de que no era ese privilegio, sino otro que no estaba a su alcance intelectual.
Durante un instante, entonces, quedó callada, intentó hacer como que sabía de qué le hablaban, pero finalmente, presa de la curiosidad, le preguntó a la empleada qué era lo que quería decir con “cuatro veinte”. “¡Ahhh! Vos sabés, 420″, le respondió en inglés la del hotel, e inmediatamente sacó de abajo del mostrador un “joint”, como le dicen en Estados Unidos, o porro, el apodo con el que se lo conoce al sur de la línea del Ecuador. “Welcome to California”, agregó Viet, la recepcionista estadounidense de origen asiático, y le regaló el cigarro.
Melina no sólo había llegado a la cuna del hippismo, al primer estado que legalizó la marihuana en el mundo, sino también a la tierra donde un grupo de adolescentes inventó en 1971 un código de tres cifras que con los años se transformó en el símbolo global de una comunidad segregada que durante muchos tiempo tuvo (y tiene) que hacer todo a escondidas para no ir a prisión: la cannábica.
Todos los 20 de abril, desde hace muchos años, cada vez más lugares del mundo celebran algo así como el “Día de la marihuana”. A las 4.20 de la tarde del 20 del 4, miles de usuarios de la planta milenaria suben a sus redes sociales alguna manifestación alegórica al cannabis: Instagram se llena humo virtual y GIFs con dibujitos del 420 animados, algunas radios se animan y pasan reggae, los grow shops hacen descuentos, los raperos como Snoop Dog o Wiz Kalifa o los locales L-Gante, Wos y Duki, entre muchos otros, hacen bandera su “marihuanismo” y el cielo, si se lo mira bien, se pone un poco verde.
420 (pronunciado “cuatro veinte”) es el código universal de la marihuana, un número que no dice nada en sí mismo, pero a la vez ha logrado, a la par que la discusión sobre la regulación del cannabis tomaba cuerpo en todo el planeta, globalizar la conversación alrededor de la cuestión.
Hoy 420 será trending topic. Y no sólo porque es 20 de abril (20/4, que en Estados Unidos es 4/20) sino porque se cumplen 50 años del momento en que, según la versión más confiable, nació esté código entre cinco amigos californianos de la ciudad de San Rafael.
Hay mucha mitología alrededor de esta sigla. Que era el código en que los policías de California se avisaban de que tenían entre manos un delito por consumo de marihuana (”Marijuana smoking progress”), que las 4.20 es la hora del té en Holanda, que son 420 los componentes químicos de la planta cannabis sativa. Pero Steve Capper, Dave Reddix, Jeffrey Noel, Larry Schwartz y Mark Gravich, un cuarteto que en la adolescencia se hacían llamar los Waldos, son los únicos que pueden mostrar pruebas físicas de que algo tuvieron que ver con el tema en cuestión.
De acuerdo con la historia que han contado durante los últimos 20 años, todo comenzó un día de otoño de 1971, época de de cosecha, cuando a los Waldos, alumnos secundarios del San Rafael High School, llegó un dato: un integrante de la Guardia Costera de la península de Point Reyes ya no podía cuidar su campito con cultivo (ilegal) de plantas de marihuana.
El propio agente de la Guardia Costera había hecho un mapa para que pudieran llegar y de alguna manera eso llegó a los Waldos, quienes tomaron la decisión de ir en busca del tesoro, una historia de similitudes a la que se cuenta en el libro “Marihuana, la historia”, que relata cómo los hippies porteños iban a buscar a fines de los ‘70 plantas de cannabis al cultivo industrial de la empresa textil Linera Bonaerense, en las afueras de la ciudad de Luján.
Entonces los Waldos quedaron en encontrarse a las 4.20 de la tarde en el monumento a Louis Pasteur de la escuela, ya que a esa hora todos podían llegar a tiempo después de las materias extracurriculares que cada uno cursaba.
Las primeras salidas a buscar el cultivo fueron un fracaso, pero el grupo no desistió en la idea de conseguir esa marihuana gratis. “Nos reuniríamos a las 4.20 y subiríamos a mi viejo Chevy Impala 66 y, por supuesto, fumaríamos al instante y fumaríamos hasta Point Reyes y fumamos todo el tiempo que estuvimos ahí fuera. Lo hicimos semana tras semana“, dijo Steve al Huffington Post.
El código entre ellos empezó a ser “Louis 4.20″ hasta que simplemente sobrevivió el número. El tesoro jamás lo encontraron pero la costumbre quedó y los chicos empezaron a encontrarse para fumar en un muro fuera de la escuela (”wall”, en inglés, por eso “Waldos”). Para ellos, decirse “420″ era una manera de hablar de marihuana sin que pudieran entenderlo ni sus maestros ni sus madres ni otros compañeros que no compartían el hábito de la dulce planta.
El código podría haber nacido y muerto con estos cinco amigos, pero hay cuestiones que no tienen demasiada explicación. San Rafael está a 50 kilómetros de la gran ciudad de San Francisco. Los Grateful Dead, una de las bandas emblemáticas del hippismo, de California y la psicodelia de fines de los ‘60, abandonaron la ciudad y se fueron a Mary County, una zona que quedaba a pocas cuadras del colegio de los Waldos.
No faltó nada para que los Dead se conectaran con los Waldo y el 420 se expandiera por los gasoductos de la contracultura californiana. El padre de Mark se hizo cargo de las propiedades inmobiliarias de la banda de rock. El hermano mayor de Dave, Patrick, era el manager de una banda alternativa que habían armado algunos de los Dead junto a David Crosby y se hizo muy amigo del bajista Phil Lesh.
Los Waldo empezaron a frecuentar los ensayos de la mítica banda y a fumar con ellos. “Así que solíamos pasar el rato y escucharlos tocar música y fumar mientras ensayaban para los conciertos. Pero creo que es posible que mi hermano Patrick haya divulgado el 420 a través de Phil Lesh. Y yo también, porque estaba saliendo con Lesh y su banda como roadie (plomo) cuando estaban haciendo una gira de verano que dirigía mi hermano”, contó Reddix.
Los Waldos también accedían a las fiestas de la banda. “Íbamos con el padre de Mark, que era un padre moderno de los años 60”, dijo Steve a Huffington Post. “Había un lugar llamado Winterland y siempre estábamos detrás del escenario corriendo, o en el escenario y, por supuesto, usábamos esas frases. Cuando alguien pasaba un porro o algo así, era ‘Ey, 420’. Entonces comenzó a extenderse por esa comunidad“, contó.
El 28 de diciembre de 1990, un grupo de Deadheads (como se hacían llamar los fans de los Greatful Dead) en Oakland repartió folletos que invitaban a la gente a fumar “420” el 20 de abril a las 4.20 de la tarde. Uno de los flyers terminó en manos de Steve Bloom, ex cronista de la revista High Times, la primera publicación para cultura cannábica del mundo.