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Benemérita y dulcísima madre de la patria

Este próximo Miércoles 16 de Septiembre estaremos celebrando 210 años del inicio del movimiento independentista que engendró a México como nación (como dato curioso inútil del día, es necesario acentuar que actualmente la celebración anual por el inicio de la emancipación se realiza los días 15 de Septiembre debido a que Porfirio Díaz cumplía años ese día, el cual , en 1894 ordenó el cambio de fecha y además que la campana que se ubicaba en Dolores Hidalgo se traspasara a Palacio Nacional para así dar el “grito” desde el Zócalo), así mismo, este Domingo 27 de Febrero se cumplirán 199 años de la consumación de independencia, esto quiere decir, 199 años de ser una nación libre.

Según el historiador Lucas Alamán, el meneo social que produjo la rebelión tiene como principal antecedente la madrugada del 16 de Septiembre de 1810 cuando Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor (Miguel Hidalgo) pronunció: “¡Viva la religión!, ¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la América y muera el mal gobierno!” en la catedral de la ciudad de Dolores (hoy Dolores Hidalgo) en Guanajuato. El resto de la historia es historia…

Lo meramente importante para recordar y transmitir en este texto es enaltecer la figura de una fémina que no cuenta con los suficientes reflectores a pesar de tener los méritos, me refiero a Leona Vicario, mujer elegante, inteligente y distinguida.

María de la Soledad Leona Camilo Vicario Fernández de San Salvador nació en la actual Ciudad de México, exactamente el 10 de Abril de 1879.

vicario

A temprana edad sus padres murieron y quedó huérfana, por lo que su tío Agustín se convirtió en su tutor. Después de años de estudio, fue pasante en el bufete  del doctor Pomposo, donde conoció a un chico con ideas liberales llamado Andrés Quintana Roo, que por cierto el tío Agustín repudiaba y rechazaba debido a que el tío era de corte conservador. De igual manera, el amor (y tal vez el destino) dictaminó que terminaran juntos. Cuando comenzaron a compartir atardeceres, fogatas y sudor, también compartieron otras actividades, como prestar su casa como punto de reunión, financiar el reclutamiento de jóvenes para el movimiento y ayudar a las familias de los presos. Andrés Quintana Roo se unió a las filas de “Los Insurgentes” mientras que Leona Vicario hizo lo propio con “Los Guadalupes”, éstos eran un grupo clandestino que en su mayoría se componía por criollos y mestizos (Ignacio López Rayón y Agustín de Iturbide eran integrantes de este gremio), y que su principal actividad no se llevaba a cabo en el campo abierto, sino en los círculos cercanos a la corona española; estas alturas (1811) Leona Vicario ya era conocida como “La mujer fuerte de la Independencia”. Se casó con Andrés Quintana Roo en 1813, y ese mismo año (ya que la vida siempre sabe acerca de nuestros deseos y complicaciones) “Los Guadalupes” fueron descubiertos por las autoridades cuando éstas interceptaron un correo, axiomáticamente todos los miembros de “Los Guadalupes” fueron juzgados y Leona Vicario no fue la excepción. Su sentencia consistió en un internamiento en el Convento de Belén de las Mochas, sitio del cual se fugó al poco tiempo con ayuda de algunos correligionarios (entre ellos se encontraba y destacaba Andrés Quintana Roo), razón por la cual fue buscada durante varios años, no obstante, Leona Vicario desde su paradero desconocido siempre coadyuvó a los Insurgentes escribiendo de manera decorosa y digna a favor de los liberales (gracias a ello se le considera la primera periodista) en los periódicos “El Ilustrador Americano”, “El Semanario Patriótico Americano” y “El Federalista”.

Al final, Leona Vicario logró regresar a la Ciudad de México con su marido y dos hijas, allí fallece 21 de Agosto de 1842 consagrándose inmortalmente con el título honorífico de “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”.

 

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