La mirada de Vincent Van Gogh con girasoles y estrellas

Foto: Cortesía

El 27 de julio de 1890 a la edad de 37 años, el pintor de La Noche Estrellada, decidió quitarse la vida mediante un disparo al pecho, sin embargo, su agonía se prolongó hasta la madrugada del 29 de julio. Su nombre fue Vincent Van Gogh, el genio que logró plasmar en pinceladas coloridas el espíritu humano.

En algunas cartas que redactó para su hermano Théo, Vincent Van Gogh manifestó su inquietud de descubrir la belleza en la cotidianeidad, la naturaleza, en los espacios íntimos y en el goce de la soledad. Esta última lo acompañó gran parte de su vida y con ella logró meditar las posibilidades de creación artística.

Van Gogh nació en Holanda, pero vivió en diferentes lugares de Europa como Londres, París, Amberes y por eso, se formó y convivió en lo más grandes espacios culturales y artísticos de la época. El pintor holandés es recordado como un personaje introvertido, taciturno que padeció de prolongados estados depresivos y melancólicos.  Su trayectoria y producción artística no tuvieron la fortuna y la fama esperada dentro del mercado de arte europeo a finales del siglo XIX, de hecho, no consiguió vender ninguna obra. Sin embargo, la melancolía fue la más grande inspiración para retratar la intimidad, espiritualidad y transcendencia del hombre y el mundo. Dotando de innumerables significados la luz del mediodía de París y Ámsterdam, experimentando desde el sol hasta con las cosas más humildes e insignificantes que nadie había considerado con la atención y la profundidad que merecían.

Los modernos discursos plásticos y estéticos y la historia del arte lograron colocar el legado pictórico de Van Gogh en un gran referente de la genialidad cromática postimpresionista. Genio del cromatismo que llenó la materialidad de espíritu y transformó los espacios íntimos en diálogos de imaginación y contemplación artística. Un artista creyente de la reflexión en torno a la naturaleza que convirtió comprensible el lenguaje de los colores de ésta. 

La obra de Vincent Van Gogh nos invita a imaginar y con ello a relacionar y transmitir ideas de las múltiples formas de plasmar la vida a través de los colores. Imaginar es también reencontrarnos con el cielo y su gama cromática dominantemente fría que contrasta con la luz cálida de las estrellas. La noche estrellada nos permite sentir mediante el óleo abundante, las pinceladas cortas y el empaste la profundidad del ensueño y la intensidad de la mezcla con una experimentación completa de libertad, anhelo e instante.

Imaginar a través de la mirada de Van Gogh es conectarnos con las diferentes tonalidades de amarillo proyectados en las pinturas dentro de la temática del jarrón con girasoles que mediante su técnica dan la impresión de la realidad inestable, fugaz, vibrante y completamente encantadora.

Recordar la obra de Vincent Van Gogh en su aniversario luctuoso es sentir constantemente la belleza de los sentimientos y emociones humanas en los colores que nos acompañan a diario. Imaginar y relacionar lo bello y sublime de lo cromático de la vida que nos permite crear, transmitir inspirar e identificarnos y percibir la intensidad de las tonalidades del alma y la acción humana.

 

Por: Cortesía

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