7 de cada 10 personas aseguran que su experiencia ha sido francamente negativa al sostener discusiones civilizadas en las redes sociales.
Una amigo publica una noticia sospechosa en su muro de Facebook. Amablemente, se le indica que sus fuentes quizá no son muy confiables. No hace falta que pase mucho tiempo antes de que la situación explote: comentarios enardecidos, reacciones fuera de lugar, gifs haciéndole burla a la intervención de un tercero que, tal vez, no tuvo la ortografía suficiente para expresar su razonamiento. Sí, hay ciencia detrás de porqué no podemos tener discusiones civilizadas en las redes sociales.
¿Animales políticos?
Aristóteles apuntó en la Política que los seres humanos, antes que ser racionales, somos animales políticos. Es decir, tentemos la capacidad de crear sociedades y vivir con civilidad, independientemente de los conflictos que puedan surgir en el camino. Podría ser que, con el advenimiento de las redes sociales, este comportamiento haya migrado a los entornos digitales.
Amanda Baughan, especialista en Informática e Ingeniería de la Universidad de Washington, asegura en su artículo para The Conversation que discutir es una “parte normal de la sociedad“. No sólo eso: afirma de que los desencuentros intelectuales y emocionales promueven la creación de relaciones humanas sólidas. Sin embargo, este tipo de tensiones cobran una dimensión diferente cuando permanecen en línea.
El problema radica, según la experta, en que los desacuerdos de este tipo no son cara a cara. Mucho del intercambio, por tanto, se reduce a la interpretación de un mensaje de texto, el tono implícito en un comentario o la acidez de una respuesta escrita debajo de un post comprometedor.
A pesar de que no se puede apreciar la intención de la persona a partir de su voz, el dolor, el enojo y la angustia son las mismas que las que se experimentan en persona. Según Baughan, el problema radica en el diseño mismo de las redes sociales —y la relación tan cercana que tenemos con ellas en la actualidad.
Situaciones incómodas en la vida virtual
Baughan y su equipo seleccionaron a una muestra de 257 usuarios asiduos de redes sociales para entrevistarles. El punto del encuentro era investigar cómo era que construían sus comentarios en redes sociales, y averiguar las 10 plataformas más adecuadas para llevarlo a cabo.
Después de obtener el porqué y el cómo, los investigadores descubrieron que las personas evitan tener discusiones en línea para no dañar sus relaciones personales. Más aún, se dieron cuenta de que no todas las redes sociales funcionan igual en términos de desencuentros entre las personas. Según el estudio, WhatsApp tiene de los entornos menos amigables para sostener discusiones civilizadas.
En contraste, YouTube parece ser un espacio mucho más democrático, en el que las personas se ofenden menos, o se involucran con menos violencia al momento de defender un punto frente a otro usuario. En lo que a Facebook respecta, 7 de cada 10 participantes aseguraron que su experiencia había sido francamente negativa al tratar de argumentar un punto. Las situaciones incómodas de la vida digital, por tanto, están propulsadas por una cuestión de diseño.
Diálogo sesgado
Según el estudio, las personas encontraron que la estructura en la que aparecen los mensajes y comentarios en Facebook evita que la participación sea significativa. Además de que algunos comentarios aparecen acortados, la aplicación sencillamente decide filtrar aquellos que no le parecen importantes. Así, el diálogo de entrada está sesgado.
En Whatsapp el problema se manifiesta distinto. Como los usuarios emplean la red social con fines laborales a la par que para su uso personal, los errores en los envíos de mensajes son comunes. Archivos, fotografías, mensajes de texto: todo cae en un mismo lugar. Estos deslices producen roces significativos, ya que pueden generar problemas graves a nivel profesional y privado.
Con todo lo anterior, el equipo de Baughan concluyó que las redes sociales no están diseñadas para propiciar las discusiones civilizadas entre las personas que las usan. Por el contrario, el arreglo gráfico sesga la conversación y quebranta el diálogo para generar reacciones viscerales e inmediatas. Después de estos encuentros ácidos, todo se pierde en un vórtice de imágenes interminable, que todo lo consume, que todo lo mancha.
MUY INTERESANTE.