El contacto permanente con el brillo de las pantallas de dispositivos móviles y computadoras está generando ciberenfermedad.
Después de un rato, los ojos empiezan a punzar. Las sienes palpitan. Cuando se retira la mirada de la pantalla, puntitos de colores aparecen en el espacio. Un sentimiento de desorientación y agotamiento se manifiesta. Lo que inicialmente iban a ser quince minutos se convirtieron en 3 horas seguidas. No sólo pasa con la computadora. Pasar largo rato viendo redes sociales en el teléfono o la tableta con el brillo a todo lo que da también puede generar náuseas. Estos son algunos de los síntomas de ciberenfermedad:
La fatiga por mirar la pantalla de nuestros dispositivos electrónicos personales es real. De manera natural, los ojos no están diseñados para interactuar por tantas horas con el brillo de los smartphones ni de las computadoras. Por el contrario, un estudio reciente reveló las consecuencias de un exceso de contacto con el ciberespacio.
De acuerdo con Angelica Jasper, doctorante en Human Computer Interaction por la Universidad Estatal de Iowa, asegura que estas afecciones se han acentuado con la pandemia. A partir del trabajo en casa y la educación a distancia, nos hemos tenido que acostumbrar aún más a estar sentados frente a un dispositivo con acceso a internet. El problema, según la experta, es que están muy cerca.
La sobrecarga de información, la mala postura y los horarios cada vez más largos de trabajo electrónico repercuten directamente en la salud emocional y física de las personas. Inevitablemente, la dependencia a estas tecnologías de la información se normaliza como un ‘mal necesario’, apunta Jasper en su artículo para The Conversation. A pesar de que puede parecer una buena solución para continuar con la vida, los efectos secundarios cada vez son más graves para las personas.
A cuentagotas
Náuseas, problemas oculomotores y desorientación general están entre los síntomas que Jasper y su equipo de investigadores han identificado como consecuencia de la ciberenfermedad. Todo empieza en la falta de movimiento. El cuerpo humano no está diseñado para ser así de sedentario. Cuando se acostumbra a la falta de movilidad, al encierro y a la carencia de sol, las consecuencias llegan a cuentagotas —hasta que no pueden ignorarse más.
Mientras las extremidades permanecen en una misma posición por horas, el movimiento de los ojos se acelera. De manea natural, el cuerpo reacciona con dolores de cabeza y cansancio en los globos oculares. El problema no se acaba cuando nos separamos de los dispositivos digitales. Por el contrario, es común que un sentimiento de confusión invada a las personas, después de un periodo prolongado de tecnoestrés.
Estas manifestaciones se rastrearon por medio de un cuestionario aplicado en Estados Unidos, en el que los voluntarios expresaron los malestares que habían padecido con más agudeza durante los meses de encierro. Además de las jaquecas y desorientación, se identificó una dificultad notable para concentrarse, así como visión borrosa y falta general de energía.
Qué hacer contra la ciberenfermedad
Una vez obtenidos los resultados de la encuesta, Jasper y su equipo lograron identificar acciones sencillas para combatir las manifestaciones más fuertes de ciberenfermedad. La primera de ellas es evitar tener algún dispositivo tecnológico cerca a la hora de dormir. La higiene del sueño es fundamental para garantizar que el cuerpo descanse. De esta manera, el día siguiente no será una continuación del anterior, sino uno nuevo.
Para lidiar con la fatiga crónica, que puede ser un riesgo potencial para la vida diaria, la experta recomienda tener espacios cada vez más largos sin interacción electrónica. Entre más espacios ganemos sin una pantalla enfrente durante las horas activas, más equilibrada podrá estar la jornada y el cuerpo tendrá más tiempo para recuperarse.
De la misma manera, los lentes que filtran la luz azul de los dispositivos móviles y computadoras son de gran ayuda. Hacer que la letra en pantalla sea más grande ayuda a aliviar la fatiga visual, así como las pantallas más opacas. Finalmente, concluye Jasper, la comodidad debería de ser una prioridad en tiempos pandémicos, ya difíciles por sí mismos.
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