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¿Por qué nos cuesta tanto hacernos entender?

La comunicación es crucial para obtener buenos resultados en cualquier ámbito de la vida, pero ¿te has preguntado por qué es tan difícil hacernos entender? 

Si fuera posible hacer que los demás asimilen exactamente lo que quieres decir –sin que hiciera falta la interpretación o preocuparse por elegir las palabras correctas– todo sería más fácil. Sin embargo, para tener buenas relaciones dependemos en un 50% de cómo nos expresamos y, el resto, de lo que decidan entender los demás.

Los 3 elementos de la comunicación

La comunicación es un proceso más complejo de lo que parece, y en ella intervienen tres elementos: el emisor, el mensaje y el receptor. 

Seguramente no es la primera vez que escuchas hablar de ellos, pero puede que nunca antes hayas pensado en su influencia hasta ahora. 

Veamos cómo intervienen exactamente estos tres factores en la comunicación, así entenderás mejor cuál es su importancia. 

Emisor: “yo me refería a…” 

Es la persona que envía el mensaje, pero también es el “guardián” de su significado. 

De hecho, solo el emisor podría poner las manos al fuego cuando se trata de garantizar la finalidad de un mensaje, ya que las palabras carecen de sentido hasta que pones una intención en ellas. 

Ahora, no solo importa que tú sepas lo que quisiste decir. Como emisor, hay aspectos que pueden influir en la integridad o claridad de un mensaje y es conveniente que pienses en ello primero para evitar malentendidos en el camino. Algunos de estos factores son: 

El tono de voz. La misma frase dicha con una entonación distinta puede adquirir significados diferentes. El momento. A veces, decir lo correcto en el momento equivocado es tan perjudicial como usar las palabras equivocadas en el momento correcto. El lenguaje corporal. Las personas –incluso de manera inconsciente– obtienen información sobre los demás fijándose en cómo se paran, el movimiento de sus manos o a dónde se dirige su mirada. 

Un error común es pensar que el mensaje es responsable de sí mismo. Es decir, que las palabras serán asimiladas siempre con la misma intención que el emisor les dio. 

En realidad, el mensaje es simplemente lo que dijiste: “Hola”, “Buenos días”, “Te amo” o “Perdóname”. Todo esto puede considerarse un mensaje, sin embargo, no tendrá mucho sentido ni carga emocional al menos que se la des. 

La tarea de vitalizar el mensaje es, entonces, del emisor, y ya vimos que puedes hacerlo poniendo atención a cómo hablas, en qué momento o lugar lo haces y el lenguaje de tu cuerpo. 

Receptor: “yo entendí que…”

Por último, el receptor es el encargado de recibir y descifrar el mensaje enviado por el emisor. Es aquí cuando las cosas se complican, ya que el receptor puede ser alguien con hábitos, creencias y una formación cultural muy distinta a la del emisor. 

Esto significa que la interpretación final del mensaje podría alejarse fácilmente de las intenciones del emisor, haciendo que la comunicación pase de ser un proceso conciliador a uno bélico. 

¿Qué puede hacerse para armonizar el proceso comunicativo? 

Para que sea más fácil hacernos entender, es necesario cuidar que haya una relación armónica entre el emisor, el mensaje y el receptor. 

Aquí hay algunos consejos que van a ayudarte a conseguirlo: 

Para empezar, sé consciente del tono de voz que usas al hablar. Muchas personas ni siquiera se dan cuenta de que la entonación que utilizan es chocante para los demás, y luego se sorprenden cuando descubren que son vistas como “arrogantes” o “presumidas” por sus compañeros. Un buen ejercicio es preguntar a las personas a tu alrededor cómo te perciben al hablar, o si alguna vez se han sentido ofendidas por tu manera de expresarte. 

Encuentra en este documento las claves para comunicarte efectiva y asertivamente con tu pareja.

Evita comunicarte cuando el receptor esté enojado u ocupado con otros asuntos. De lo contrario, todo lo que digas podría ser completamente ignorado o usado en tu contra después. Toma en cuenta el contexto y cultura del receptor. Esto hace parte de ser empático. Algunas expresiones podrían hacerte quedar como una persona insensible o maleducada si no consideras lo que significa para los demás, sin mencionar que podrías acabar lastimando a alguien. 

EL ARTE DE SABER VIVIR.

 

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