Distinguidos lectores, el pasaje que en esta ocasión les presento tiene la intención de entrometerse de forma indebida dentro de sus psiques para generar un trasfondo positivo e incluso permanente dentro de su vida y su forma de vivirla.
No es sorpresa para nadie que en esta época (sobre todo el año 2020) ha sido insaboro, inoloro e incoloro; excesivamente insípido a decir verdad. Es por ello que el tenor de esta literatura filosófica y reflexiva estará focalizada a la escuela helenística denominada como “Estoicos”.
Al igual que los cínicos, los estoicos consideran que el ideal del sabio es conseguir no necesitar nada ni a nadie para alcanzar la felicidad en la vida. ¿Y cómo se alcanza esa felicidad? Viviendo conforme a nuestra naturaleza racional, es decir, viviendo virtuosamente. La diferencia es que los Estoicos, a diferencia de los cínicos, no despreciaban a sus semejantes ni a la sociedad.
Una experiencia no tan grata, la pérdida de algún ser querido, alguna crisis económica, las críticas obenignas que recibimos ocasionalmente, etc., todas las eventualidades de nuestro destino pueden provocar que veamos a la felicidad como una utopía irrisoria y no coma una realidad accesible, sin embargo hay que tener algo muy presente, de todas las cosas de mundo, unas dependen de nosotros y otras no. Las que dependen son nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones. Las que no dependen de nosotros son todas las cosas que no forman parte del número de nuestras acciones. Recuerden que si tomas por libres las cosas que por su naturaleza son esclavas, y tienes por propias las que dependen de otro, encontrarás obstáculos por doquier, te verás afligido, turbado, y te quejarás de los dioses y de los hombres. Mientras que si, por el contrario, tomas por tuyo lo que te pertenece propiamente, y por extraño lo que es de otro, nadie te forzará jamás a hacer lo que tú no quieras; no tendrás que quejarte a nadie; no harás nada, ni la más pequeña cosa, contra tu voluntad; nadie te hará mal alguno y no tendrás enemigos, porque no te ocurrirá nada que te sea dañino.
Para concluir, me gustaría presentarles la muerte de Crisipo de Solos, un gran exponente de este pensamiento Estoico. Se cuenta que Crisipo al ver a un burro comer higos, dijo: “Ahora dale al burro una copa de vino para acompañar los higos”, sufriendo un ataque de risa y muriendo por ello (a él se le atribuye la famosa frase “Me mataste de risa”). Quizá no sea la gran historia, pero como naturalmente todos moriremos, considero que al menos lo mejor sería mejor morir riendo.