Durante la temporada decembrina, elegir el árbol de Navidad suele ser una decisión más emocional que ambiental.
Sin embargo, especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advierten que esta elección sí tiene consecuencias ecológicas. En un análisis publicado en la Revista Global UNAM, expertos explican que tanto los árboles naturales como los artificiales tienen ventajas y desventajas, y que el verdadero problema no siempre es cuál se compra, sino cómo se desecha.
La recomendación general es clara: el mal manejo después de las fiestas puede causar más daño que la elección inicial, por lo que informarse se vuelve clave para reducir el impacto ambiental de la Navidad.
Árboles naturales: beneficios reales, pero con costos ocultos
De acuerdo con el investigador Daniel Piñero Dalmau, del Instituto de Ecología de la UNAM, las especies más usadas como árboles naturales suelen ser pinos y abetos, elegidos por su aroma, color y facilidad para colocar adornos. Entre sus principales beneficios ambientales destacan su capacidad para captar carbono, filtrar agua, conservar la humedad del suelo y servir como refugio para fauna mientras están plantados.
No obstante, no todo es positivo. El uso intensivo de fertilizantes, el transporte y el desecho inadecuado generan emisiones de CO₂, lo que reduce parte de sus beneficios. Por ello, la UNAM recomienda adquirirlos únicamente con productores certificados por la CONAFOR, que aplican prácticas sustentables.
Otra alternativa es optar por un árbol en maceta, que puede vivir hasta 10 años, o llevar el árbol usado a centros de acopio, donde se transforma en composta en lugar de terminar en la basura.
Árboles artificiales: durabilidad que exige compromiso
En contraste, los árboles artificiales también tienen un impacto ambiental importante. Según el ingeniero Carlos Antonio Rius Alonso, de la Facultad de Química de la UNAM, su fabricación requiere PVC, un material altamente contaminante que se produce mediante procesos industriales complejos. Además, el reciclaje es poco común porque no se separa el plástico del metal, lo que provoca que estos árboles terminen completos en tiraderos, contaminando el suelo.
La recomendación es contundente: usar el mismo árbol artificial durante al menos 20 años. Solo así su impacto ambiental se equipara al de cortar un árbol natural cada Navidad. Cambiarlo cada pocos años lo convierte en una opción mucho más contaminante.
En conclusión, la UNAM enfatiza que no existe una opción perfecta, pero sí decisiones más responsables. Elegir bien, reutilizar y desechar correctamente hace la diferencia entre una Navidad bonita y una que deja huella negativa en el planeta.
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