Si Emilio Lozoya está acusado de hundir a Pemex, su defensa ya se prepara para señalar a los otros responsables de una estafa bien diseñada en donde participaron decenas de políticos mexicanos y funcionarios públicos.
El priismo regresó al poder en el 2012 y bastaron doce años para que los tricolores hundieran a la gran petrolera mexicana. Pemex sufrió sus peores escenarios financieros y de producción en la historia desde que Enrique Peña Nieto se sentó en la silla presidencial, y también después de que colocara a su amigo Emilio Lozoya al frente de la empresa, todos responsables por la caída de Pemex.
Durante ese gobierno se compró una empresa chatarra a precios inflados, uno de los golpes más letales para Pemex. Pero detrás de esta estafa interna a la empresa no solamente se puede culpar a Lozoya, ya que para realizar una compra fraudulenta de ese calibre se necesitó de la aprobación de otros altos mandos en el consejo de la petrolera. El visto bueno de Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa Reza fueron clave.
Este par de políticos mexicanos ya están siendo investigados por su participación en la quiebra estratégica de Pemex. Coldwell era en ese entonces el secretario de energía nacional y Ochoa Reza era nada menos que el director general de la Comisión Federal de Electricidad. Junto a ellos, el priista Miguel Messmacher Linartas, que era la mano derecha de Luis Videgaray en la secretaría de hacienda, también está siendo investigado.
La fiscalía ya les investiga
El trío ya fue denunciado por la auditoría superior ante la fiscalía. Su participación fue clave para la compra fraudulenta de la planta chatarra Agronitrogenados. Si Emilio Lozoya está acusado de hundir a Pemex, su defensa ya se prepara para señalar a los otros responsables de una estafa bien diseñada en donde participaron decenas de políticos mexicanos y funcionarios públicos.
La planta chatarra fue comprada a un precios elevadísimo de 275 millones de dólares. La compra se realizó en el 2013, después de que Emilio Lozoya propusiera que esta compra sería vital para darle nueva vida a Pemex, algo que tanto Coldwell, Ochoa Reza y Messmacher aprobaron en conjunto con otros altos mandos de la era Peña Nieto. La compra también garantizaba 200 millones de dólares para rehabilitar la empresa chatarra.