Por: Cortesía

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Fueron demolidas casas en el Chiquihuite y colocan 10 mil toneladas de rocas

Arriba, tres trascavos, principalmente el habilitado como enorme taladro, destruyen algunas de las enormes rocas que hace 19 días aplastaron varias viviendas y cegaron la vida de cuatro personas que hoy descansan bajo la sombra de “El Chiquihuite”.

Tras la demolición de casas, iniciada el 28 de septiembre, en el Cerro del Chiquihuite, en Tlalnepantla, autoridades han colocado 10 mil toneladas de material pétreo que han estabilizado el terreno. Se confirmó la demolición de tres inmuebles en su totalidad, mientras el restante fue sólo parcialmente.

Protección Civil también identificó una falla en la ladera del cerro la cual será destruida de manera controlada. Informaron además que continúan con la recepción de documentos de los afectados por el deslave.

De acuerdo con autoridades la semana pasada la losa de uno de los inmuebles se fracturó e indicaron que trabajadores comenzaron a demoler un sanitario, pero la estructura era demasiado endeble que colapsó la vivienda. Hugo César Mendoza Castillo, coordinador de Protección Civil municipal, indicó que en los próximos días continuarán con el derrumbe de más viviendas. 

Sólo unas calles abajo, la solidaridad de algunos vecinos continúa, se esmeran en proporcionar alimentos a policías y a todo aquel que solicite un taco. Más abajo, la vida sigue casi sin ningún cambio y a esa velocidad que hace difícil reconocer el pasado por más reciente que sea.

El reloj marca la 13:45, una mujer grita que la comida está lista. A varios uniformados se les alegra el rostro, no a los de la Guardián Nacional que son responsables del acceso a la zona cero. Se mantienen en su sitio. Afirman que por seguridad nadie pasa, sólo los habitantes de la zona y a quienes autorizan las autoridades responsables.

Arriba, tres trascavos, principalmente el habilitado como enorme taladro, destruyen algunas de las enormes rocas que hace 19 días aplastaron varias viviendas y cegaron la vida de cuatro personas que hoy descansan bajo la sombra de “El Chiquihuite”.

Sólo unas calles abajo, la solidaridad de algunos vecinos continúa, se esmeran en proporcionar alimentos a policías y a todo aquel que solicite un taco. Más abajo, la vida sigue casi sin ningún cambio y a esa velocidad que hace difícil reconocer el pasado por más reciente que sea.

El reloj marca la 13:45, una mujer grita que la comida está lista. A varios uniformados se les alegra el rostro, no a los de la Guardián Nacional que son responsables del acceso a la zona cero. Se mantienen en su sitio. Afirman que por seguridad nadie pasa, sólo los habitantes de la zona y a quienes autorizan las autoridades responsables.

 

 

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