La escasez de gasolina es un problema crónico desde hace años en Venezuela, pero la llegada de la pandemia de coronavirus lo ha agravado en el peor momento y ya incluso en la capital, Caracas, normalmente bien abastecida, resulta casi imposible repostar.
La mayoría de las gasolineras están cerradas y enormes colas de autos, a veces de más de un kilómetro, se forman junto a las pocas que siguen funcionando.
Desde que el pasado 17 de marzo el presidente, Nicolás Maduro, anunció una cuarentena nacional para hacer frente a la emergencia provocada por la covid-19, se repiten las quejas de profesionales de los servicios sanitarios y productores de alimentos por la falta de combustible.
En muchas estaciones de servicio, los conductores se encuentran con un despliegue de militares y policías que les informa de que solo se suministra combustible a los vehículos de los servicios esenciales.
El pasado virenes, después de días de silencio, el gobierno confirmó en un comunicado lo que muchos ya habían notado. Está en vigor un plan de racionamiento.
En el contexto actual de pandemia, los efectos de la escasez de combustible, para el que los expertos no atisban una solución a corto plazo, puede tener graves consecuencias.
Por qué escasea la gasolina
En su comunicado, el gobierno culpó al "perverso plan bloqueo de naval de Estados Unidos", que estaría impidiendo el suministro de insumos necesarios para la producción del combustible.
Pero los problemas vienen de tiempo atrás.
Pese a que se estima que Venezuela es el país con las mayores reservas de crudo del mundo, la escasez de gasolina se fue haciendo habitual en paralelo al deterioro de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Según los expertos, la petrolera estatal sufre los efectos de años de mala gestión, falta de inversión y corrupción.
Antonio de la Cruz, experto de Inter American Trends, comentó "los parques de refinería del país colapsaron y la producción nacional de gasolina es hoy muy baja".
"Aunque llegaron a producir más de un millón de barriles de gasolina diarios, los parques están hoy trabajando a un 10 o un 15% de su capacidad", indica el experto.
Fuentes conocedoras del sector explicaron que luego se sumó el impacto de la política de Estados Unidos, que para lograr su objetivo de forzar la salida de Nicolás Maduro del poder, extendió sus sanciones hasta las operaciones de PDVSA, lo que agravó sus dificultades.
Para compensar la caída de la capacidad refinadora nacional, el gobierno venezolano había optado en los últimos meses por importar gasolina a cambio de crudo, principalmente a través de la rusa Rosneft.
Pero entonces, se desató lo que Francisco Monaldi, analista de Política Energética del Baker Institute, describe como una "tormenta perfecta para Venezuela".
En febrero, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a Rosneft Trading, la filial de Rosneft que había estado colocando en el mercado gran parte de la producción de crudo venezolano. Esa vía para sortear las sanciones quedó entonces cerrada.
En marzo, a medida que los muertos por la pandemia se acumulaban en Italia, y gobernantes de todo mundo se convencían del peligro real y sus potenciales consecuencias económicas, Rusia y Arabia Saudí, dos de los mayores productores mundiales, se lanzaban a una guerra de precios con la que ambos buscaban copar el mercado ya en caída libre.
Con un cuarto de la población mundial en cuarentena, la demanda global de petróleo se desplomó a la misma velocidad que el precio del barril, que cayó por debajo de los US$30, menos de lo que a Venezuela le cuesta producirlo, como reconoció Maduro en un mensaje televisado al país.
"El mercado petrolero mundial se encuentra en un colapso histórico", concluye Monaldi.
"Aunque Rusia y Arabia Saudita alcancen un acuerdo pronto, la caída de la demanda provocada por la pandemia durará más".
"¿Quién se va a arriesgar a hacer tratos con Venezuela y ser sancionado por Estados Unidos en un mercado inundado de petróleo barato?", se pregunta el experto.
El 28 de marzo Rosneft anunció el cese de sus actividades en Venezuela y la transferencia de sus activos a una empresa propiedad exclusiva del Estado ruso.
Si no encuentra quién le compre su petróleo, Venezuela tendrá muy difícil encontrar quién le venda gasolina.
La escasez se nota ya, no solo en las carreteras y ciudades del país, sino también en la estadística.
Según datos internos de PDVSA y de la consultora Refinitiv Eikon citados por Reuters, hasta la última semana de marzo, Venezuela había importado solo 90.417 barriles diarios de gasolina, lejos de los 165.000 de enero y febrero.
En los últimos días, trascendió un plan para reactivar la capacidad de producción de gasolina de la refinería de El Palito, en el Estado Carabobo, pero los expertos dudan de la viabilidad de esta instalación emblemática, sobre la que llevan años denunciándose fallos.
PDVSA se encuentra, además, en un proceso de renovación interna anunciado el pasado 19 de febrero por Maduro que ha llevado a la sustitución de muchos de sus cargos directivos. Algunos de sus antiguos gestores han sido detenidos y encarcelados.
De La Cruz estima que antes de la cuarentena Venezuela consumía aproximadamente 120.000 barriles de gasolina al día y que ahora el gobierno solo cuenta con unos 6.000 diarios para abastecer a todo el país.
Monaldi pronostica una "escasez de gasolina permanente".
Venezuela es uno de los países de América Latina que menos casos (144) y muertes (3) había reportado hasta la semana pasada.
Pero el país es considerado por la Organización Panamericana de Salud uno de los más potencialmente vulnerables de la región, y los trabajadores de centros médicos y hospitales denuncian que sin gasolina, ni transporte público por la cuarentena, les resulta imposible llegar a trabajar.
"Esta situación es muy difícil, tomando en cuenta que no solo se atenderán pacientes infestados por este virus", le dijo la presidenta del Colegio de Médicos del Estado Barinas, Virginia Sarmiento, al medio local "El Pitazo". Sarmiento advirtió de que "el número de médicos va a ser insuficiente».
Varias organizaciones no gubernamentales alertaron de que cerca de 10.000 enfermos del riñón corren peligro si no se soluciona el problema de la escasez de combustible para que puedan acudir a someterse a sus tratamientos de diálisis.
La otra gran preocupación son los alimentos.
Según el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, un tercio de la población venezolana se hallaba en situación de inseguridad alimentaria ya antes de la pandemia.
Luis Vicente León, de la consultora Datanálisis, cree que la falta de combustible, sumada a los problemas de flujo de caja del gobierno, el impacto de la pandemia y la falta de acuerdos entre el chavismo y la oposición, hacen "probable" que los alimentos también acaben escaseando.
Ya agricultores y ganaderos han empezado a reportar problemas para transportar sus mercancías a los mercados y se teme que la cosecha de varios productos se eche a perder por el problema de la gasolina.
El presidente de la Asociación de Ganaderos de Táchira, Edgar Medina, señaló que el combustible que se les está suministrando no alcanza en muchos casos para cubrir las distancias que separan los centros de producción de los puntos de venta y pidió al gobierno que se permita la importación de gasolina desde Colombia, aunque eso suponga un sobrecoste para los productores agrarios.
"Que se nos dé la oportunidad de seguir trayendo la comida", pidió.