El gobierno de Estados Unidos lanzó una medida que está dando de qué hablar: ahora negara visas a cualquier extranjero que participe en violaciones a la libertad religiosa.
Y no es exageración; el secretario de Estado, Marco Rubio, lo explicó sin rodeos. Según dijo, la decisión surge por la creciente preocupación internacional ante la violencia extrema contra comunidades cristianas en distintas regiones del mundo.
La política, que aplica para todos los países, busca frenar que individuos o gobiernos “dirijan, autoricen, financien, apoyen o cometan” agresiones contra personas por sus creencias. Rubio fue claro: Estados Unidos está reaccionando a atrocidades que ya no pueden ignorarse, especialmente en lugares donde grupos terroristas operan con impunidad.
En palabras del propio funcionario, esta política alcanzará no solo a Nigeria —epicentro de varias denuncias recientes— sino también a cualquier actor que persiga a personas por sus prácticas religiosas. Un mensaje fuerte que marca un endurecimiento extra en la emisión de visas.
Nigeria en el centro del conflicto
Para entender el contexto, hay que ver lo que está pasando en Nigeria. Su ministro de Exteriores, Yusuf Maitama Tuggar, admitió que las recientes amenazas de su gobierno hacia grupos criminales agravaron la crisis de secuestros, ya que los terroristas responden usando a civiles como “escudos humanos”. La ola de raptos de niñas y estudiantes ha escalado tanto que las propias autoridades consideran que sus declaraciones pudieron influir en el aumento de la violencia.
Este caos no es nuevo ante ojos de Washington. Estados Unidos ya había catalogado a Nigeria como “País de Especial Preocupación” por las recurrentes denuncias de persecución religiosa. Esta etiqueta se asigna a naciones donde se toleran violaciones graves contra la libertad de fe.
Tensiones diplomáticas y versiones encontradas
Aun así, el Gobierno nigeriano niega por completo que la violencia tenga motivos religiosos, insistiendo en que los ataques no están dirigidos específicamente a cristianos. Esta postura contrasta con los reportes internacionales que documentan agresiones focalizadas, y agrega más tensión a la relación bilateral.
Mientras tanto, Washington reafirma que seguirá aplicando medidas para mitigar ataques en zonas dominadas por grupos extremistas. Con esta nueva política de visas, Estados Unidos envía un mensaje global: la libertad religiosa no es negociable, y cualquiera que atente contra ella enfrentará consecuencias directas.