El presidente Nayib Bukele ha llevado a nuevas alturas su personalidad como el disruptivo milenial que va donde nadie más se atreve y hasta las últimas consecuencias. Aunque nadie sepa muy bien cuáles pueden ser las consecuencias: El Salvador será el primer país del mundo en adoptar el Bitcoin como moneda oficial, una decisión anunciada en inglés y aprobada de manera exprés por un Parlamento controlado por su partido, sin dar muchas explicaciones a los salvadoreños. El momento no puede ser más delicado. En todo el mundo, los ataques de ransomware —programas malignos usados por ciberdelincuentes para bloquear el acceso a un sistema o secuestrar sus datos— van a la alza, paralizando sectores económicos enteros, y son habilitados por la moneda preferida de los hackers: Bitcoin.
“Esto generará puestos de trabajo y ayudará a proporcionar inclusión financiera a miles de personas que están fuera de la economía formal’', anunció Bukele entre aplausos el sábado pasado al anunciar su propuesta, en un vídeo presentado en una conferencia sobre la criptomoneda celebrada en Miami. El mensaje, en inglés, estaba destinado a una audiencia de amantes de las tecnologías y las criptomonedas. Pero esa fue también la primera vez que gran parte de los salvadoreños escucharon sobre la nueva moneda que pronto estará en sus vidas. Bukele fue presentado por Jack Mallers, el director de la plataforma de pagos Strike, un joven de 27 años que pasó tres meses en El Salvador.
En el vídeo del evento se ve a Mallers contando emocionado cómo en su viaje conoció a Yusef, uno de los hermanos menores del presidente. “Si arreglas el problema del dinero, puedes arreglar los problemas del mundo”, dice el joven —ovaciones del público— antes de destacar que, con criptomoneda, los salvadoreños que viven en Estados Unidos podrían enviar dinero a sus familias sin tener que pagar altas comisiones. Después da paso al mandatario, que aparece en una pantalla: “A medio y largo plazo esperamos que esta pequeña decisión nos ayude a empujar a la humanidad, al menos de forma mínima, en la dirección adecuada”, dijo Bukele —ovaciones del público—, sin especificar cómo. Poco después, por Twitter, el mandatario de 39 años respondió algunas preguntas y estimó que si el 1% de la capitalización actual de Bitcoin se llegara a invertir en su país, puede impulsar el producto interno bruto en 25%.
“La gente le aplaudió como a un telepredicador”, le dice Al periodista, quien ha seguido la aprobación legislativa de la medida. “De ahí empezó y no paró. Se puso esta cosa de los rayos láser en los ojos [en su foto de perfil en Twitter, un símbolo de los amantes de los Bitcoins] y muchos funcionarios le imitaron; empezó a tuitear en inglés y a volver a ser ese Nayib Bukele que sedujo a la gente internacional al principio de su mandato”. Tres días después de ese megaevento en Miami, el martes, la ley llegó a la Asamblea Legislativa, donde el partido del presidente, Nuevas Ideas, que tiene mayoría, se saltó los procedimientos habituales para tramitar la ley. La norma fue aprobada de manera exprés en solo cinco horas y sin apenas debate.
Volver a ser ‘cool’
Pese a que los Bitcoins serán moneda oficial en El Salvador en menos de 90 días, Rauda asegura que Bukele no ha explicado la decisión en ninguna rueda de prensa. Solo lo ha hecho a través de redes sociales y mayoritariamente en inglés. Además, mientras los parlamentarios tramitaban la norma en la Asamblea Legislativa, el presidente estaba en el foro de debates de audio de Twitter —Spaces— explicando la ley junto a su hermano Karim ante una audiencia anglófona. “Empecé a escuchar y dije: ‘No tiene sentido seguir escuchando la propuesta de ley, que son dos páginas, y los diputados están hablando de puras cosas que no tienen relevancia’”, cuenta Rauda. “En Spaces daban muchos detalles de la ley que no estaban dando en el pleno. Había cosas muy absurdas, como que en la Asamblea se estaba diciendo que no iba a ser obligatorio el uso de Bitcoins y le preguntaban al presidente y decía que sí”.
Esta decisión de implementar los Bitcoins en su país y enfocarse en el público internacional es interpretada por Eduardo Escobar, director de la ONG Acción Ciudadana, como una “cortina de humo” para desviar la atención de los problemas por los que se ha cuestionado a su Gobierno y una manera de “cambiar su imagen a nivel internacional” en un momento en el que el país se está alejando de Estados Unidos y los organismos internacionales y acercándose a China.
“Hubo un golpe de Estado, el 1 de mayo, dirigido por Bukele y apoyado por la Asamblea Legislativa, donde removieron a los magistrados y al fiscal. La semana pasada conocimos que el Gobierno expulsa a la CICIES (la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador) porque investigaba 12 casos de corrupción del actual Gobierno”, apunta Escobar, quien compara la adopción de la criptomoneda con la dolarización del país de 2001, hecha “de manera inconsulta, a espaldas de la población y en un madrugón”.
“Veníamos de una serie de cosas que le han minado su imagen y con esto se ha vuelto otra vez el Nayib cool, el Nayib admirado, audaz, revolucionario”, coincide Rauda. “Es como una vuelta a ese back to basics para él”. Mientras en casa Bukele mantiene niveles de popularidad por encima del 70%, la decisión de adoptar el Bitcoin y la orden posterior de generar un plan para que en el país se pueda minar la criptomoneda con energía volcánica le han hecho ganar nuevos seguidores entre los amantes de la tecnología.
Un ‘viejo oeste’ virtual
Más allá del mundo geek, las dudas y la incertidumbre dominan el análisis de esta decisión por parte de los expertos y los sectores más críticos en su país. “Los riesgos de seguridad cibernética asociados con la integración de la criptomoneda en el sistema financiero de la nación son innumerables”, dice Steven Silberstein, director general de FS-ISAC, organización global de intercambio de inteligencia cibernética centrada en servicios financieros. Los gobiernos han trabajado por décadas para asegurar que los bancos y las instituciones financieras sean seguros, por lo que hoy se consideran “infraestructura crucial”, explica el especialista. “Se han invertido recursos sustanciales para garantizar que los miles de millones de personas que dependen de un sistema financiero estable puedan pasar sus días sin preocuparse por un colapso financiero catastrófico derivado de un ciberataque a gran escala”.
Silberstein recuerda un episodio devastador en 2014, cuando un intercambio de criptomonedas en Japón llamado Mt Gox fue hackeado y robaron cientos de miles de Bitcoins (que cotizan hoy en cerca de 36.000 dólares cada una, por lo que el daño fue de muchos millones). Lo robado nunca se recuperó, en parte porque, a diferencia del dinero depositado en una cuenta bancaria, es muy difícil rastrear a quien posee criptomonedas. Este tipo de monedas no están respaldadas por personas, por organizaciones o por la confianza en un banco, sino por un lenguaje matemático secreto llamado criptografía.
Hace un mes, el presidente estadounidense Joe Biden ofreció un mensaje especial por televisión para hablar del ciberataque que paralizó un gasoducto, en el que hackers extorsionaron a autoridades y pidieron que les pagaran en Bitcoin a cambio de liberar el sistema. Era la primera vez que un mandatario en ese país abordaba el proble del ransomware, un tipo de ciberataques en el que criminales suelen pedir un pago a cambio de liberar un sistema informático. La senadora Elizabeth Warren publicó un mensaje el jueves en el que se refirió a las criptomonedas como “el viejo oeste” y pidió una estricta regulación para proteger a inversionistas y debilitar al crimen cibernético.
“El uso de criptomonedas ciertamente ha permitido ataques de ransomware”, analiza Silberstein. Según Chainalysis, una empresa de análisis en el tema, esa práctica ocasionó $350 millones de pérdidas el año pasado, un aumento del 311% con respecto a 2019, lo cual coincide con un salto exponencial en la demanda y el precio de criptomonedas a nivel mundial. Desde EE UU hasta Ucrania, ataques de este tipo han paralizado bolsas financieras, ministerios de Gobierno y hasta plantas nucleares.
En el caso de El Salvador, el hecho de que el Bitcoin conviva con el dólar estadounidense como moneda oficial hace la propuesta aún más riesgosa, ya que la legalización de Bitcoin como moneda de curso nacional facilita la conversión de las ganancias de hazañas ilegales (como es el ransomware) en moneda fíat. “Dado que El Salvador está dolarizado, ¿esto convertirá al país en la alternativa de referencia para convertir los ingresos del ransomware u otro tipo de extorsiones digitales en efectivo?”, pregunta Silberstein.
‘Desdolarización’
“Al presidente Bukele le gusta poner un buen show y esta propuesta eleva su imagen como el milenial disruptivo que está agitando las cosas en El Salvador”, dice al teléfono desde Nueva York Risa Grais-Targow, analista para Centroamérica en Eurasia Group. “Lo está proponiendo como una manera de crear dinamismo en la economía pero, al estudiar el contexto, en que hay acusaciones de corrupción hacia personas cercanas a él, la política económica se siente bastante improvisada”.
En mayo, el Departamento de Estado de EE UU hizo pública una lista de 17 funcionarios centroamericanos corruptos que incluye a la jefa de gabinete de Bukele, Carolina Recinos, al exministro de Seguridad Rogelio Rivas, y el legislador Guillermo Gallegos, líder del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), que llevó al presidente al poder en 2019. Aunque esa lista no tiene ningún efecto inmediato, este mes se espera la publicación de la Lista Engel, que puede incluir sanciones específicas sobre cuentas bancarias en EE UU, sobre transacciones internacionales y restricciones de visas de los señalados.
“En ese contexto, hacer cualquier cosa que genere más preocupaciones sobre transparencia, o posible lavado de dinero, se siente como reforzar la confrontación o tal vez alejarse del camino hacia una relación constructiva con los EE UU”, opina Grais-Targow de Eurasia. Si Bukele obliga a los ciudadanos a usar Bitcoin, esto podría abrir una brecha en el uso del dólar, de manera que socava el futuro de la dolarización. Por lo tanto, esta propuesta se podría interpretar como un paso hacia la “desdolarización” sin ser, estrictamente, un plan para deshacerse por completo del dólar.
Estados Unidos es el país con el mayor peso en las decisiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), multilateral con la que Bukele está negociando un préstamo que se estima sea de hasta 1.300 millones de dólares para impulsar la recuperación económica por la crisis del coronavirus. El jueves, el vocero del FMI dijo que las autoridades del Fondo se reunirían con Bukele para discutir el tema y alertó sobre los riesgos de las criptomonedas, argumentando que legalizar su uso oficial genera “una serie de cuestiones macroeconómicas, financieras y legales que requieren un análisis muy cuidadoso”.
Legal y obligatorio
La nueva ley aprobada por la Asamblea Legislativa de El Salvador obliga a todos los negocios a ofrecer Bitcoin como método de pago, por lo que los salvadoreños deberán invertir en la tecnología necesaria en sus negocios. El presidente dijo en redes sociales que privilegiará el uso de la aplicación Strike, que funciona como cartera digital y permitirá que los ciudadanos puedan pagar sus impuestos en Bitcoin. Las finanzas públicas estarán, por lo tanto, expuestas a las repentinas devaluaciones de esta criptomoneda, la cual ha llegado a caer hasta en 22% en un solo día.
La ley también establece que cualquier deuda se podrá convertir a Bitcoin. “Esto le mete riesgo al sistema bancario, porque los bancos están obligados a recibir el pago en Bitcoin con todas las complejidades que eso que eso tiene”, explica Ricardo Castaneda, economista del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) en San Salvador, “Bitcoin es una moneda sumamente volátil y la forma como los bancos se cuidan de la volatilidad de la moneda es a través de las tasas de interés. Entonces, es posible que pueda haber un incremento en las tasas de interés”, lo cual encarecería la deuda de los salvadoreños.
El Gobierno asegura que absorberá este riesgo, agrega Castaneda, “lo cual es una falacia, porque el gobierno se financia de impuestos, ¿no? En realidad, quienes tendrán que asumir este riesgo incluso serán las personas más pobres, porque al final todo se va a pagar como impuestos”.
“Preocupa si van a tocar las pensiones, si las van a convertir en Bitcoin”, dice por su parte Escobar, de Acción Ciudadana. “El calificativo que nos describe es incertidumbre, desconocimiento e incertidumbre de lo que quiere hacer el Gobierno y las implicaciones que va a tener. No tenemos información, ni cuál es el objetivo”, lamenta.
Cuando se considera que el 70% de la economía en el país es informal, es difícil imaginar que se incorporarán al sistema bancario y de tributación a tantos ciudadanos, meramente porque ahora pueden utilizar Bitcoin, agrega por su parte Castaneda. Y los que sí pueden, estarían exponiéndose a fluctuaciones en el precio y riesgos de ciberseguridad.
“Podemos suponer que muchos consumidores serán relativamente o completamente nuevos en las criptomonedas y las plataformas utilizadas para comerciarlas y almacenarlas”, dice Silberstein de FS-ISAC. “Sin una campaña masiva de alfabetización cibernética, los consumidores pueden ser presa fácil de ciberdelincuentes sofisticados que utilizan el phishing y otras estafas para obtener acceso a sus cuentas. No hay respaldos con las criptomonedas como podría haber con las monedas respaldadas por el banco central”, agrega.
Para Nelson Rauda, la impresión es que en El Salvador, el del Bitcoin es un debate de gente con dinero, algo que la “mayoría del país no tiene”. Por eso cree que en el megaevento de Miami en el que se habló por primera vez de oficializar la criptomoneda, el gancho para los salvadoreños fue el que podrían mandar remesas sin comisión. El dinero que envían los ciudadanos residentes en el exterior representa más del 20% del producto interior bruto del país. Sin embargo, advierte el periodista, “es una promesa de venta. No hay en público ningún documento que se refiera a eso”.
Con la gran popularidad de Bukele, dice por su parte Escobar, el presidente —publicista de profesión— puede vender casi cualquier cosa que se proponga: “A la gente no le molesta que no les haya dicho nada del Bitcoin. Lo que él dice en general es palabra bendita. Así lo toma la gente. Él ha logrado constituir no un Gobierno, sino una secta objeto de culto a su personalidad”.