Aunque mucha gente anda con el espíritu navideño a tope, también existe el otro lado: quienes detestan estas fechas. No es solo que “no les gusta”, sino que pueden cargar con recuerdos incómodos, estrés por compras, tráfico, reuniones obligadas o esa presión de tener que dar regalos aunque no quieran.
Mientras unos ya tienen árbol, luces y posadas, otros sienten que diciembre llega con una lista interminable de cosas que hacer y expectativas que cumplir.
El peso emocional y mental que puede generar la temporada
La psicología explica que la Navidad puede ser abrumadora porque está llena de responsabilidades y presión social. Buscar el regalo perfecto, convivir con familiares con los que quizá no hay buena relación, lidiar con multitudes en tiendas y preparar la cena (que casi siempre recae en las mismas personas) puede convertir diciembre en un verdadero mar de ansiedad.
A eso se le suma algo más profundo: la soledad emocional. Para quienes han pasado por pérdidas, rupturas o momentos difíciles, la Navidad no trae alegría, sino un recordatorio doloroso de lo que ya no está. Esta mezcla de nostalgia y vacío puede hacer que la temporada se vuelva pesada y hasta triste.
Cuando la Navidad simplemente no significa nada
También hay personas que rechazan estas fechas porque no comparten las creencias religiosas o simplemente no conectan con esta celebración. Para ellas, la Navidad no tiene un valor emocional ni cultural, y participar por obligación solo genera incomodidad o emociones negativas.
La clave, según especialistas, es respetar estas posturas. No todos viven diciembre con ilusión, y forzar a alguien a “sentir espíritu navideño” solo empeora la experiencia. Cada quien vive estas fechas desde su propia historia, y eso también merece ser entendido.
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