Este estilo, que exalta el pasado prehispánico de México, se desarrolló como instrumento para fortalecer la consciencia patriótica en tiempos post-conflicto, como el Porfiriato y las décadas que siguieron a la Revolución.
La arquitectura es un elemento importante en la gestación de la identidad de una nación. En México, la gran variedad de culturas prehispánicas que se desarrollaron asombra a nativos y extranjeros por su legado de magníficos centros ceremoniales y monumentales edificios.
La historia del país es una aventura donde la identidad nacional se fue forjando a tumbos, debido a la complicada red de relaciones entre conquistados y conquistadores. Sería largo hablar del tema, sin embargo, cabe decir que ha habido siempre una lucha entre el pasado indígena, reivindicado con admiración en discursos políticos como el germen de la nacionalidad; y el pasado colonial, mirado con reticencia por la herida que dejó en la conciencia colectiva. Pero, fuera de posturas políticas, los dos forman parte de la identidad mestiza mexicana.
El siglo XIX fue particularmente complejo para el devenir de nuestra nación. Las luchas de independencia que terminaron en 1821, la dejaron endeudada y comprometida políticamente, con diferencias profundas entre las clases sociales que la conformaban. El país vio pasar desde un emperador, hasta presidentes y caudillos que tuvieron que afrontar a extranjeros seducidos por las riquezas e inestabilidad de lo que hoy conocemos como República mexicana. Las dos intervenciones francesas y la norteamericana dejaron marca, esta última con la pérdida de la mitad del territorio nacional.
Luego, el triunfo de Benito Juárez sobre los realistas y el ejército francés, que apoyaban a Maximiliano, dio un respiro al país, que entonces inició un proceso de reconstrucción. Sin embargo, sería hasta el gobierno de Porfirio Díaz que México se pacificaría y empezaría a recuperarse entre luces y sombras. En esa época surgieron los grandes mitos heróicos de la historia nacional, derivados de la urgencia de generar una conciencia patriótica ante la amenaza constante del espíritu expansionista de nuestro vecino del norte.
NEOINDIGENISMO Y RECONSTRUCCIÓN NACIONAL
A pesar del afrancesamiento característico del Porfiriato, fue en este período cuando surgieron los primeros acercamientos post-independentistas a la arquitectura prehispánica. Cabe recordar que, ante el primer centenario de la Independencia, Teotihuacán fue uno de los espacios utilizados para las fiestas. La pirámide del sol, restaurada con premura por el arquitecto Leopoldo Batres, sería el telón de fondo que asombraría a las autoridades extranjeras invitadas a la magna celebración.
NEOINDIGENISMO Y RECONSTRUCCIÓN NACIONAL
A pesar del afrancesamiento característico del Porfiriato, fue en este período cuando surgieron los primeros acercamientos post-independentistas a la arquitectura prehispánica. Cabe recordar que, ante el primer centenario de la Independencia, Teotihuacán fue uno de los espacios utilizados para las fiestas. La pirámide del sol, restaurada con premura por el arquitecto Leopoldo Batres, sería el telón de fondo que asombraría a las autoridades extranjeras invitadas a la magna celebración.
El neoindigenismo, en cambio, se utilizó principalmente para la erección de monumentos y pabellones que representaron a México en las exposiciones internacionales.
MONUMENTOS NEOINDIGENISTAS
Es de destacar el pabellón para la exposición de Sevilla de 1929, realizado por el arquitecto Manuel María Amábilis Domínguez, originario de Mérida, Yucatán. Resaltan sus motivos maya-toltecas, como las serpientes emplumadas de la entrada y los chac-mool en los costados del remate. Inspirado en el Palacio de Sayil, está decorado con grecas, mascarones y columnas adosadas a manera de troncos atados, haciendo alusión a las chozas prehispánicas. El proyecto, nombrado ITZA, fue merecedor de varios premios por su originalidad, muestra de un esfuerzo por reivindicar el pasado indígena como símbolo de la nación.
Dentro de esta corriente resalta particularmente el Anahuacalli, el proyecto soñado de Diego Rivera, quien pretendía construir una ciudad de las artes con museos, espacios culturales y venta de artesanías. La obra, sin embargo, no tuvo el apoyo del gobierno como hubiera querido el pintor. El Anahuacalli, que significa “casa rodeada de agua”, fue destinado a contener la colección de piezas prehispánicas del artista. Es una magnífica construcción realizada con piedra volcánica extraída del pedregal de San Ángel. Su estética, inspirada en las culturas tolteca y maya, busca actualizar el teocalli, “casa de los dioses”, transformándolo en un templo para las artes. Combina admirablemente la estética indigenista, tan apreciada por Rivera, con espacios funcionales inspirados en la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright. Los arquitectos Juan O’Gorman y Ruth Rivera llevarían a buen término la construcción del inmueble tras la muerte del pintor.
Entre las obras más importantes del neoindigenismo destaca el Monumento a la Raza, inaugurado en 1940 y diseñado por Francisco Borbolla. El basamento piramidal está coronado por una espléndida águila, destinada originalmente a coronar el malogrado Palacio Legislativo del porfiriato. Los relieves que ornamentan la base son de Jesús F. Contreras y representan a los tlatoanis de la Triple Alianza y a Cuauhtémoc. También se colocaron dos grupos escultóricos, creados por Luis Lelo de Larrea, que representan la fundación de México y la defensa de Tenochtitlan. Mandado construir por Lázaro Cárdenas, el monumento buscaba exaltar a la raza mesoamericana como origen de la mexicanidad.
Mención aparte merece el estilo neo-maya desarrollado en Yucatán que, más que una moda pasajera, debe considerarse como un deseo legítimo de exaltar el glorioso pasado prehispánico del estado. Ejemplos destacados de esta tendencia son el arco efímero levantado en Mérida, en 1906, con motivo de la visita de Porfirio Díaz a la ciudad. Destacan también el Exsanatorio Rendón Peniche y el edificio del Diario de Yucatán.
No hay que olvidar que el art decó en México usó también elementos prehispánicos como los mascarones del dios Chac en el interior del Palacio de Bellas Artes.
El neoindigenismo es un estilo arquitectónico que ha sido usado por diversos gobiernos como herramienta política para fomentar la mexicanidad. Pero, más allá del discurso en turno, las obras que sobreviven son dignas de admiración por su valor estético y por ser elocuentes testigos del devenir histórico de un país en busca de identidad.
EL SIGLO DE TORREON.