La crisis humanitaria en México: violencia, impunidad y silencio cómplice
05
Sáb, Abr

Foto: Cortesía

Nacional

La crisis humanitaria en México: violencia, impunidad y silencio cómplice

Guadalajara, Jal. - El hallazgo de cientos de zapatos en un rancho de Teuchitlán, Jalisco, evoca las imágenes más crudas del Holocausto. Son los restos de víctimas del crimen organizado, desaparecidas en los campamentos de exterminio de los cárteles, evidencias de una guerra interna que devora al país.

Un hallazgo que recuerda los peores crímenes de la humanidad.

La escena remite a las vitrinas del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, donde se conservan los restos de quienes murieron en los campos de concentración nazis. Pero esto no es Europa en la Segunda Guerra Mundial, sino México en el siglo XXI.

El colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco encontró tenis, botas, mochilas, documentos y restos óseos, vestigios de un sistema de desapariciones forzadas, reclutamiento y exterminio operado por el crimen organizado. Estos campamentos existen no solo en Jalisco, sino también en Tamaulipas, Chihuahua, Michoacán, Zacatecas, Guerrero y Guanajuato, funcionando a plena vista de la sociedad y las autoridades.

La diferencia entre Auschwitz y los campos de exterminio en México.

Si bien Auschwitz fue construido en territorio ocupado por los nazis, en México estos centros de exterminio son erigidos por criminales dentro de su propio país, dirigidos contra sus propios compatriotas. No hay ideología ni fanatismo racial detrás de esta barbarie, sino una guerra criminal solapada por el poder.

A pocos kilómetros de las ciudades, en regiones vigiladas por cuarteles militares, estos centros operan con total impunidad y complicidad gubernamental. Mientras la violencia avanza, la sociedad mexicana parece haberse resignado a un silencio que perpetúa la barbarie.

La normalización del horror y la impunidad.

La película La zona de interés (2023) retrata la indiferencia de las familias nazis que celebraban fiestas junto a los hornos crematorios de los campos de concentración. En México, los grupos de poder se reflejan en esa misma indiferencia: gobernadores, alcaldes, senadores, empresarios, jueces y periodistas afines al oficialismo prefieren ignorar la crisis humanitaria mientras disfrutan de sus privilegios.

Entre la indiferencia y la resistencia.

Solo las madres buscadoras y colectivos ciudadanos continúan desafiando la inacción gubernamental y la violencia del crimen organizado. Pero la pregunta sigue abierta: ¿cuántos más mirarán hacia otro lado hasta que la tragedia los alcance?

Cada nuevo hallazgo macabro es una advertencia. ¿Seguirá México normalizando su propia devastación? La respuesta estará en la acción o en la omisión de sus ciudadanos en las urnas y en la vida cotidiana.